6.16.2012

Sieg Heil

La experiencia es algo que se va adquiriendo con el tiempo. Es fácil reconocer quién tiene experiencia y diferenciar la habilidad adquirida de una habilidad natural. Hay personas, como yo, como mis amigos, que saben escuchar y comprender a los demás. 
Y es algo que me fascina, la conducta humana. La enorme cantidad de opciones que el ser humano tiene a la hora de escoger entre comportarse de una manera o escoger otra. Sin embargo, me sorprende que la mayoría tienda a escoger siempre el mismo tipo de opciones. Lo lógico sería ir probando, jugando con las opciones que nos dan, con el fin de llegar a nuestros objetivos. ¡Pero hay gente que se contradice! Que decide actuar de una manera cuando piensan de otra.

Esto me lleva a que también hay diferentes maneras de tratar a las personas que te rodean. Yo escogí dar mi vida a los que consiguiesen llenarla, y así lo hago. Hay otras personas que sólo piensan en su bien propio, y las consecuencias ni siquiera las valoran. Hay, en definitiva, muchas clases de personas. La vida es un juego, y todas las opciones son buenas para algunas cosas, y perjudican otras. 
Mi vida, por ejemplo, es buena en el sentido en que yo me siento bien con lo que hago, y quien me comprende se divierte. Es mala en el sentido de que soy muy diferente a todos (por ello odio con toda mi alma que me digan "él/ella es como tú). Mientras que los demás parecen preocuparse ficticiamente por una sociedad -en el fondo son todos unos egoístas, entre las que me incluyo- yo simplemente le doy la espalda a todo aquello que no me interesa. ¿Me importa lo que piensen de mí? La respuesta es más que obvia.

Otra cosa de la que llevo tiempo queriendo escribir es sobre las ofensas. ¡Qué coño! La vida, entre otras muchas cosas, es un constante "alguien me ofende (queriendo o sin querer) y yo ofendo a alguien (queriendo o sin querer). No creo que sea correcto molestarse por cosas que uno mismo se ha ido buscando, teniendo en cuenta que no vivimos solos y siempre va a haber alguien más perjudicado que otro con las actitudes que tomamos. 
Aunque cuando hablamos de orgullo, el tema cambia de color. Hay personas que tienen su orgullo extendido más allá de las fronteras. Cada cual tiene su tipo de orgullo, ahí no me meto. En cuanto al mío, es algo peculiar, en el sentido de que está ahí de barrera entre mi físico y mis pensamientos. Me agarro a la idea de que el físico, al fin y al cabo, está para llevarte a alcanzar las cosas que mentalmente no puedes conseguir. Sin embargo, me odio profundamente "in the way I'm made". No me gusta mi físico y ahí es donde entra mi orgullo (el cual siempre va a tender a protegerlo por encima de lo que yo piense de él). En el momento que a alguien se le ocurre herirlo, vamos mal. El ataque que puedo lanzar puede variar entre la mordida de un pequeño lagarto hasta la mordida de un tiburón. (Aunque ataques graves sólo se han dado cuando mi autocontrol se estaba tomando un descanso y dio la casualidad de que alguien me calentó las narices en ese preciso instante- pocas veces, muy pocas-).


En conclusión a todo esto, sigo propagando mi mensaje hippie de "paz y amor", que no hay nada que me agrade más que una sociedad donde todos se comprenden y se toleran mutuamente.Dejando esta utopía, sólo me queda decir que estoy muy contenta con las personas que han elegido rodearme y ayudarme a crecer como persona. Realmente los quiero.

PD: El título, evidentemente, no viene para nada a cuento. ¡Que el Reich os acompañe!