8.17.2011

Mundo de ébano. ( | )

En el extremo de un delgado hilo de esperanza, cuelga el martillo de mis ideas. Bajo él, se encuentra la caja de bombones de cristal que mi anhelo come. Y una fina aguja de ébano sujeta con delicadeza el hilo.

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Vagando sin otro rumbo que el de encontrarme a mí misma, he pasado por muchos mundos. Conocí el mundo de baldosas de amatista, donde me construyeron mi segunda casa. En gran parte de los otros mundos, sólo soy un amigable forastero. En el resto, únicamente vivo al paso y no tengo sitio. Conozco muchos mundos vacíos de espíritu, muertos como tierra hecha polvo. Tierras áridas, toscas, que no concibieron nunca frutos.

Hace poco he embarcado en el mundo de ébano. Allí fui recibida con amabilidad y cariño, en silencio y sin palabras. Pero en los rostros de los habitantes parece como si escondieran un gran tesoro.  El mundo está pulido, limpio y brillante. Las casas de ébano y hojas verdes son modestas, las paredes están barnizadas y el tacto es suave. Nada mas entrar, puse los pies en el inmenso bosque de ébano. Los árboles se extendían hasta que, al mirar arriba,  las hojas formaban una espesa bóveda que apenas dejaba entrar la luz. Aun así, el bosque estaba iluminado por miles de luces blancas. Fui caminando hacia adentro, me quería adentrar en lo más profundo. Y así fue, que llegué al corazón del bosque.
Allí, las hojas dejaban que los rayos de sol acariciasen un palacio de ébano, maravilloso e indescriptible. Las paredes estaban cuidadas en detalles a más no poder, eran además gruesas y fuertes. En cada esquina, había ladrillos de esmeraldas, que parecían delatar una poderosa luz mágica del interior. Rodeé el palacio hasta llegar a la ansiada puerta translúcida de esmeralda. Para poder llegar a ella, había sido construída una escalera. Los peldaños eran también de ébano, con delgadas florituras de oro en los bordes.

En silencio, me arrodillé ante ellas. Toda esa elegancia y gloria no había sido construída para mí. Mi alma se quedó petrificada. Mi cuerpo se hizo ladrillos de temor y cemento de esperanza. El respeto cose mi boca con hilos negros.

- Me dirijo a tí, Palacio de ébano, me gustaría poder pasar y descubrir que guarda tu interior. - Esto lo dije en voz templada, con temor a que alguien me escuchara, y a la vez ansias de una respuesta. 

Así me dispuse a subir las escaleras. Con las piernas temblorosas avancé en el primer peldaño. Todo mi temor y respeto golpea con fuerza en el corazón, y siento los latidos del miedo en las sienes. Logro ver que la puerta está entornada, y que el interior promete ser cálido y especial, único.

- Yo sé que no merezco subir a tan alto, ya que nunca he aspirado a grandes cosas. No merezco ni haber llegado hasta aquí, ni a haber pisado el bosque. Porque yo sé que todo lo que hay fuera del palacio no es ni la mitad de la grandeza que hay dentro. ¿Quién puede entrar en este palacio de luz y madera? ¿Que he de sacrificar? Yo soy pura como las flores blancas, soy un hada exportada en soledad. Soy obscura como los diamantes negros. Soy profunda como el mar.

Nadie vino, una leve ráfaga de viento del Este meció con gracia las copas de los árboles y mis cabellos sueltos. Los rayos tibios del sol calentaron mis mejillas. Esa fue la única respuesta que tuve. La melancolía me abrazó por sorpresa el corazón . Que mundo tan silencioso, tan noble y a la vez tan seco. 

PD: Continuará.