Hola. ¿Quieres ser mi amigo?
No tengo a donde ir ni que hacer. Recuerdo sus párpados cerrados en un ayer, no muy lejano. Sus párpados, ¿ahora cómo están? No quiero preocuparme más. De verdad, ya tengo suficiente. Es como una tortura china. Gota a gota. Cuando menos me lo espero. Y cae la gota. Me pregunto cómo de profundo debe ser el hoyo que está haciendo con esas palabras.
Por no mencionar al que yo contribuyo a cavar, teniendo en cuenta que me dedico a leer entre líneas cosas que no son.
Sí, ya se que soy una paranoica. Y que me aterra que me sigan. Ya se que siempre me imagino lo peor de lo peor, es lo malo de mi eterna imaginación. Sin embargo creo que tanta paranoia me viene bien en el momento que pasa algo malo, porque yo estaba preparada para algo peor.
El eterno dolor está entre las líneas de mis costillas. No creo que tu puedas reconocer el dolor. Seguramente solo veas piel. Pues por ahí cerca anda la serpiente eterna, envenenando mi corazón.
Y por eso te preguntaba si querías ser mi amigo, dolor. Porque estoy tan acostumbrada a tí que preferiría llevarme bien contigo.