11.14.2014

Carta a Alguien

Conteniendo la respiración, salté al vacío, las imágenes de mis amigos iban desapareciendo como si los hubiese perdido tiempo atrás.
En la caída el tiempo se hacía eterno, los segundos se sentían como años mientras el viento me daba de lleno en la cara. La adrenalina hacía que mi corazón latiese como si fuera a salirse de mi pecho. El suelo cada vez estaba más cerca.

Y desplegué el paracaídas. Observando un horizonte curvo me sentía gigante en un paisaje diminuto y la sensación de soledad se alivió por un momento: Era yo quien estaba al mando de mi caída, ninguno de mis supuestos amigos había llegado tan alto. Eso me podría haber apenado en algún otro momento, pero ya daba igual.

Al final sólo nos tenemos a nosotros mismos, todo lo demás deja de importar más tarde o más temprano.

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Pero no entenderías jamás lo que puede llegar a sentir alguien que crea arte desde su corazón. Cada pensamiento se subraya en el papel e incluso se siente más intenso.
No entenderías cómo se busca la inspiración ni qué hay que hacer para conseguirla. Hay un sentimiento más allá del amor y el odio, hace que las cosas que inspiran brillen y destaquen por encima del resto. Hace que las personas que nos inspiran tengan un templo con un dios guardado en su propio cuerpo, hace que la mente de esas personas sea la más interesante de todas.
Jamás entenderías qué se siente cuando me inspiras. No es nada parecido al amor ni al odio, ni si quiera podría describirlo comparándolo con cualquier otro setimiento. Es más bien como una aguja dentro de mi estómago que intenta salir al exterior, y sólo puede hacerlo cuando, una vez en mis dedos, cruza el puente entre la piel, el pincel y el folio. Y si no sale, angustia.

Hay cosas de mi por las que jamás podrías ponerte en mi piel.