- Carne oscura, alma mala, dragón de sangre.-El mago dijo con solemne voz.
El mago estaba frente a una olla palpitante calentada sobre la azul chispa de un frío fuego en una profunda cueva. Las estalactitas y estalagmitas se unían formando gruesas columnas vítreas, que reflejaban el rostro pálido y serio de los hechiceros y brujas que acompañaban al mago. Éste, con un manto negro y una gran capucha que cubría hasta la mitad de la nariz, proclamaba los versos de un libro con las páginas gastadas. En la portada, había dibujado un círculo con una estrella invertida. Las pastas del libro eran azul muy oscuro, y el símbolo estaba bañado en oro.
- En vanidad me quiebro, el anhelo de gloria muerde el cuello.- Dijo uno de los hechiceros.
- Silencio, por favor.- Dijo una bruja con un cuerpo de Diosa.
El hechicero charlatán clavó sus ojos sin pupilas en los senos de la bruja, desnuda. Un deseo carnal se apoderó de él, pero ella debía mantenerse pura para el ritual. El mago extendió el brazo izquierdo y todos callaron.
- Yo soy el Mal. - Susurró el Mago.
Empapó en el hirviente caldo oscuro el dedo índice y el corazón. Volvió a levantar la mano, enseñando el líquido viscoso con espíritu de vencedor. El espíritu de derrota se apoderó de los demás hombres y mujeres en la cueva. El Mago volvió a girarse, y estirando al máximo esos dos dedos, gritó.
- ¡¡Yo soy el Mal!!
Los hechiceros comenzaron a susurrar un diabólico ritual. La bruja de grandes atributos avanzó hacia el centro de la cueva. El Mago, le puso los dedos en el centro del pecho.
Ella chilló y el eco hizo que las estalactitas temblasen. Luego el Mago continuó deslizando los dedos hasta el final del vientre. Las huellas de espeso ácido quemaban la piel de la bruja, atravesándola y corroyendo las entrañas.
Posteriormente, el Mago trazó una nueva línea horizontal debajo del ombligo. La cruz negra dejó inconsciente a la bruja.