Carne oscura... Anima mala... Miedo eterno.
Soy oscuridad, miedo, espanto, horror. El sol se torna negro en mi mirada, la belleza se pudre ante mis ojos y la oscuridad baila alrededor de mí. Escupo sangre, con un látigo en la mano y la piel sucia y castigada.
- ¡Gritad!
- ¡Rema, rema, rema, rema!
- Más fuerte, joder. - Bramé yo, ordenando a mis mugrientos esclavos ir hacia la isla.
- Rema, rema, rema.
Los gritos al unísono eran un cántico que hundían mi cruel risa en la profundidad de las tinieblas. Las sirenas llamaban a mis hombres con sus dulces y venenosas voces, mis hombres gritaban cánticos de guerra. Y yo los castigaba.
- Rema, rema, rema. -Todos gritaban cantando muy fuerte, para tragarse también los puños del mar golpeando el barco de madera negra y verde oscura.
Las algas bailaban en el fondo del mar, enredándose en el timón y mareándolo. El mar tan bravo y violento me quería impedir seguir navegando. Las nubes se agolparon sobre mí, todas negras y densas como la roña de las cloacas. Comenzó a llover y yo reía, con los dientes negros y podridos, la mirada vacía, y gusanos en la calavera.
- Rema, rema, rema, rema.
- ¡Remad hijos de puta!
Las sirenas en las rocas afiladas envenenaban sus cánticos, y los deseos puntiagudos de muerte amenazaban la cubierta. Los remolinos se hacían fuertes, la lluvia mojó rápidamente el cielo entero. El barco no se destrozaba, en el ruido asustaba hasta a los ángeles. La batería creada por las voces, el coro de sopranos con cola de pez afilaba el cuchillo que se clavaba en el cuello de los tenores de mi tripulación. Las almas se fundían con la espuma revuelta del mar, los esqueletos eran rechazados por las pirañas.