Estoy bajo el cuello del jersey verde oscuro casi negro, no quiero escucharme, ni quiero verme, no quiero ayudarme. Sólo quiero que me abraces para que sólo te vea a tí, no, no quiero verme nunca más. Me doy demasiado asco, y cuando tú me abrazas yo te abrazo, y tengo delante de mí a lo más bonito del mundo. Pero cuando me sueltas y te vas, mi felicidad se va contigo. Hay veces que me da por odiar a la sociedad, a la gente, porque no les gusta como yo soy, me critican. Y otras veces yo soy esa sociedad y me critico. Tú eres quien frena esas críticas que todos- hasta yo- me hacen.
También me suelo esconder en la sangre y la oscuridad como un bicho inmundo, el cual se vistió con cualquier piel. Me encierro entre las sombras de mi melancolía eterna, tocando sólo la inspiración para llorar tinta y difuminarla sobre el papel. Otras veces mi voz se traga las lágrimas que no caen, y como agujas arañan la garganta... Caen y se clavan en el corazón, y luego lo desintegran.
- ¿Es grave doctor? ¿Siempre voy a tener esta lucha interior?
- Tú eres la primera que sabe como solucionarlo, pero eres una asquerosa impaciente que sólo sirve ahora como saco de boxeo para las crueles palabras de las personas.
- Querría matarlos a todos. Querría matarlas a todas. Y luego suicidarme yo...
Tantas veces que pienso cómo podría matar a todas las personas... ¡Hasta con un hilo! Y todas las veces que he querido morir yo, hundiendo primero un cuchillo en el corazón y luego cayendo por un barranco... O sólo ahorcándome entre las ramas de un roble, alimentando a los cuervos.
Pero no, no quiero morir, mientras mis dedos físicamente están firmes, mi alma tiembla dentro de mis manos cuando te acaricio el rostro y la felicidad vuelve a mí. Sólo quiero pensar en tí, porque cuando pienso en mí acabo muriendo imaginariamente.