2.08.2012

Redacción.

Estoy bajo el cuello del jersey verde oscuro casi negro, no quiero escucharme, ni quiero verme, no quiero ayudarme. Sólo quiero que me abraces para que sólo te vea a tí, no, no quiero verme nunca más. Me doy demasiado asco, y cuando tú me abrazas yo te abrazo, y tengo delante de mí a lo más bonito del mundo. Pero cuando me sueltas y te vas, mi felicidad se va contigo. Hay veces que me da por odiar a la sociedad, a la gente, porque no les gusta como yo soy, me critican. Y otras veces yo soy esa sociedad y me critico. Tú eres quien frena esas críticas que todos- hasta yo- me hacen. 
También me suelo esconder en la sangre y la oscuridad como un bicho inmundo, el cual se vistió con cualquier piel. Me encierro entre las sombras de mi melancolía eterna, tocando sólo la inspiración para llorar tinta y difuminarla sobre el papel. Otras veces mi voz se traga las lágrimas que no caen, y como agujas arañan la garganta... Caen y se clavan en el corazón, y luego lo desintegran.

- ¿Es grave doctor? ¿Siempre voy a tener esta lucha interior?
- Tú eres la primera que sabe como solucionarlo, pero eres una asquerosa impaciente que sólo sirve ahora como saco de boxeo para las crueles palabras de las personas. 
- Querría matarlos a todos. Querría matarlas a todas. Y luego suicidarme yo... 

Tantas veces que pienso cómo podría matar a todas las personas... ¡Hasta con un hilo! Y todas las veces que he querido morir yo, hundiendo primero un cuchillo en el corazón y luego cayendo por un barranco... O sólo ahorcándome entre las ramas de un roble, alimentando a los cuervos.

Pero no, no quiero morir, mientras mis dedos físicamente están firmes, mi alma tiembla dentro de mis manos cuando te acaricio el rostro y la felicidad vuelve a mí. Sólo quiero pensar en tí, porque cuando pienso en mí acabo muriendo imaginariamente.