7.30.2012

He dejado de soñar.

Y es que las cosas que me gustaban han sido aplazadas por otras nuevas. Siempre pensé que si vivía haciendo lo que el cuerpo me pedía a cada momento, si vivía sin reprimir mi voluntad, mis sueños serían extraños y cautivadores. Y así fue. Comencé una etapa de mi vida donde hacía todo lo que me apetecía, decía todo lo que quería y actuaba con la libertad de pensar que ninguna opinión ajena a la mía iba a importar.
Sorpresa me he llevado cuando me he dado cuenta de que eso funciona muy bien cuando estoy conmigo misma. Cuando mis actos perjudican a otra persona que por nada del mundo quiero perder, tengo que preocuparme más. De pequeña pensaba que hacerse adulto era volverse aburrido. Creo, niña mía, que me estoy haciendo adulta. He dejado de mirar a la almohada como si fuese un cohete hacia otros mundos, ahora más bien la veo como el diván de un psicólogo, mi propio psicólogo, que analiza qué he hecho durante el día, en que me equivoqué y qué jodí. Aunque muchas veces, el psicólogo no responde nada (es decir, no sueño nada, ni vivo dormida, caigo en un pozo sin fin de apatía constante), y su "no" respuesta quiere decir que se aburre hasta de escucharme (porque últimamente lo que más hablo son silencios). 

Yo este verano quería hacer algo grande, algo que me hiciese ser quien no soy. Algo que me ayudase a quererme más y a aceptarme. Algo conmigo misma. En soledad. Algo que hiciese para beneficiarme, sola, sin depender de nadie. Pero fue un fracaso. Atada por las cuerdas invisibles del amor, palpándolas y conociendo mis barrotes. He acabado pensando en qué debería hacer o decir para animar a una persona, en qué decir para no fastidiar nada, en qué momento dar la mano y en qué momento dar la espalda.
Me he encontrado a mí misma incapaz de dar la espalda, de negar una caricia, brindando una sonrisa aunque mi cerebro se esté golpeando la cabeza contra el muro de mi frente. Me he encontrado con los brazos de alguien que me ayuda a quererme más y a aceptarme, me he encontrado con la mirada de la que dependo. Me he encontrado con el sueño más grande de mi vida, un sueño para soñarlo despierta, un sueño del que me acuerdo cada vez que sueño, un sueño del que tengo constancia de que es contínuo y no parece acabarse nunca (y ojalá siga siendo así). Me he encontrado con una gran sonrisa en la que apoyar a la mía, me he encontrado con un futuro que me ayuda a pensar en positivo. 

Entonces he de poner en una balanza, lo que hago mejor sola, y lo que disfruto en compañía. Sin lugar a dudas, este verano, que yo quería para mí, se lo estoy regalando a otra persona, gratuitamente, sólo con la condición de verlo feliz. Y este verano me gusta más que el pasado que...¡¡ya es decir, en el verano pasado superé el miedo más grande que he tenido hasta la fecha!! He de decir que superé de una vez por todas el maldito miedo que le tenía al mar profundo, y por ello mereció muchísimo la pena haberme ido de Cádiz. Aunque este verano he ganado un miedo aún más horrible: el saber que lo que más quiero no me pertenece, y es libre de volar o hacerme volar con él.

Mirándolo detenidamente, veo que no todo dependió de la opción de una persona, sino de ambas. Se supone que ambos estamos como estamos por el motivo que nos une, el amor. Y sinceramente, hubiese cogido la opción que hubiese cogido, yo sinceramente no estaría tan bien con él como podría estarlo yo sola. Creo recordar que en algún momento dije que, me complementa. Y eso es totalmente cierto, va a misa. Claro que podría estar pasándomelo bien sin haber cogido esta opción, y él también. Y habríamos olvidado nuestros nombres incluso. Pero no fue así, no fue cosa del destino, no fue nada de eso. Fue que nos queríamos, como aún a día de hoy sigo haciendo (de hecho siempre va en aumento).

Así que, pasase lo que pasase, yo no cambiaría nada del mundo, porque ya todo es perfecto. Soy feliz. Nunca habría pensado que iba a ser feliz cuando alguien está al lado mía. Nunca pensé que sería capaz de querer tanto a alguien. Por eso me fastidió tanto que me dijese que él sería igual de feliz si hubiese cogido otro camino, la verdad. Esa frase echa por tierra aquello de "nunca nadie me había hecho tan feliz". Pero bueno, dejándome de espinitas y agujas (de andar descalzo y en plena sinceridad es lo que pasa, en algún momento aparece algo que no es maravilloso), todo lo que estoy haciendo era tan impredecible, conociéndome hace unos años. 

PD: Sí que he cambiado. Pasé de sudar sal, a sudar caramelo, y posteriormente ahora no sé si lo que sudo es silencio. (Sí, supongo que a Ale le hará gracia eso de que "sudase caramelo" pues así fue como lo sugirió cuando no paraba de hablarle bien de la persona a la que amo xD)