Los abrazos son muy necesarios, y odio tener que pedirlos. Ojalá fuesen voluntarios los abrazos que recibo, porque es aburrido tener que darlos siempre yo. Conozco unos brazos con cuchillos y hojas punzantes, que me rodean la cintura y penetran en mi alma. Esos abrazos son los del silencio.
En las profundidades de su ojo sé que trama algo, la pupila negra como un agujero negro, capaz de absorber todo, robar vidas, secuestrar para siempre los deseos de las personas. El iris es de un color impreciso, una tormenta de emociones vagan por él formando grumos y nudos de arena. Sus ojos son, como si sobre los brotes de hierba, hubiesen echado arena y cenizas.
Entonces me abraza por la espalda, al principio suavemente, como si de una brisa se tratase. Sus cuchillos me hacen cosquillas como si fueran plumas, el brillo plateado me reconforta. Pero la sensación apenas dura unos instantes. El silencio me grita un chillido mudo en el cuello, donde la voz se le queda pegada a la garganta haciéndola sangrar, pero sin que salga ni una gota de las palabras sangrientas de su boca. Las venas en la frente se hinchan y la furia de los dioses percute un enorme tambor insípido en el interior de mi corazón. La adrenalina acude sin haber sido llamada, y me preparo para lo peor. En pocos segundos, ya estoy desangrándome por la llegada del silencio, desangrándome internamente hablando.
La tierra traga mis palabras y crece un jardín de miedo en mi garganta, alrededor de mi cuello, estrangulándolo, ahorcándolo. El silencio se pone en frente mía, y con sus pupilas comienza a absorber y a devorar mi pobre alma hecha cristales de cuarzo. En las miradas hay un intercambio contínuo de las emociones más básicas: miedo, desconocimiento, angustia, pánico, terror. Ningún motivo es explicado, no hay constancia de la sangre tiñendo los brazos del silencio.
Es el crimen más perfecto, el asesinato de la felicidad con el martillazo de la mirada. El puñal, directo al corazón, sin rozar la carne. La sangre se coagula en mis entrañas por sí sola, aparentemente nada ha participado en ello. Salvo el silencio.