1.25.2015

¿De ti o de mí? ¿De quién tiene más piedad el Cielo?
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Como ves, hoy escribo por no poder dibujar tranquila.
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Acecha el depredador a un pobre animal malherido, y al depredador le siguen los que buscan su piedad y las sobras. 
El frío congela el paisaje, y los tres, inmóviles como estatuas. La tensión está palpitando en la sien de la presa. Tiene miedo. Sabe que morirá si da un único movimiento en falso.
En la cabeza del cazador se escuchan voces proclamando la guerra.

No puedo predecir qué va a pasar, porque quizá se derrame la sangre de la inocente criatura herida. ¿Será tan grave la enfermedad que el depredador huya sin probar su sangre? ¿Habrá una lucha entre los carnívoros?


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El Cielo se apiada de mi cuando levanto el puño a quien considero objetivo de mi mente perversa. El Infierno me recibe con los brazos abiertos.
No estoy sola, no. No por esas manos que han venido de un mar lejos. No por la compañía que me ha regalado Dios. No estoy sola porque tengo dos manos, una voluntad, y un orgullo que me arropan cuando duermo.