4.21.2013

Sorrow

El horizonte es en realidad una cuerda de alambre, cuanto más buscas el otro lado más heridas y más sangre, ¿no? Con sólo tocar mi piel el sueño nunca consigue saciarme y es tanto así que en la noche me persigue para vengarse, de todas las veces que abusé y dormí más de lo que toca, y ahora escribe notas sobre mi cuerpo, que se agota sin llegar a conciliar el sueño. Soy fuerte y gigante cuando salgo por la puerta de mis ojos, pero no quieras mirar detrás porque no hay ningún sueño que no esté cubierto de polvo. Sin embargo no hay nada que no se cure con una caja de cerillas, y cuando todo arde, ya puedo descansar tranquila. Iré a morir envuelta por la espuma de la orilla de un mar que me busca las veinticuatro horas del día, y ese otro día es toda una noche que me enseña sus costillas para que muerda. Si la carne alimentase más que las palabras, por fin podría dormir sin pensar en abrir los ojos. Pero como en toda historia, las piedras caen desde muy alto y tienes que buscar la manera de que no todas te den, y no se te claven las astillas de los regalos de una sonrisa.

Es que ir a perderme en ese par de ojos es meter la mano en un abismo, y querer sacar la oscuridad de aquel pozo es querer un imposible. Rezar puedes hacerlo todas las veces que tú quieras, y no por ello van a disiparse los demonios de su pecho. Siempre me pregunto por qué puedo echar tanto de menos al fuego que me abraza, soy consciente de que tengo un guardaespaldas que me aparta del dolor en el que cavo mi propia tumba. Y por más que mire al cielo, el sol nunca se deja ver completo, los pocos que lo han visto se arrepienten de haberlo conocido y saben que ya no les queda remedio.

4.20.2013

Ángel de Sangre (|)

Es verdad ángel de sangre, que estoy dejando mis heridas en tu carne.
La estrella de mi frente hace que se estrellen mis ojos, y cuando me señalaste allí para explicarme alguna cosa te juro que con tu voz tranquila encendiste un sol en mi estómago. 
Déjame ser un artista que dibuje en tu espalda lo que narren sus heridas, inspirarme con despedidas y esperar a que cierres los ojos para besarte. Anhelar tus manos porque el hielo de mi piel es frágil, y tú no sólo lo derrites sino que me haces sentir el frío de mi propio cuerpo, y sólo hago autocastigarme. Me proteges con tus alas, ángel del dolor, y sabes darme esa melancolía que alimenta mi corazón. Si tan sólo estuvieras aquí ahora, me arrodillaría para rezarte, dios blanco, y pedirte perdón por no ser una diosa a tu altura.

4.18.2013

Si pudiese parar el tiempo iría a morir a la arena blanca. La espuma está caliente como la sangre que recién sale del cuerpo para alimentar a las alimañas. Mis dedos se oscurecen, me tiemblan las rodillas.

Las paredes de mi habitación se desconchan, las cadenas que me atan cuelgan del techo y atrapan mi cuello y mis muñecas. Enfrente de mí tengo un espejo en el que me veo sucia, inútil, despreciable. Desearía bañarme en alcohol y prender fuego a mi piel, tras haber visto que quemar mi casa no ha sido ninguna solución.

- ¿Qué te preocupa?- Me pregunta una voz vieja como el sol. 
Vieja conocida mía, todos los años pegada a mi piel, melancolía clavada en mi espalda. Mil agujas, porque sólo soy un número, mil millones de agujas. 
- Ahora arreglalo. - Me dice, sosteniendo mis hombros con sus manos.
- No puedo arreglarlo, todo lo que he hecho ha sido inútil. No sirvo para esto.
- Ahora es cuando quieres irte.
- No, en realidad sé que no puedo tener todo, en realidad ya lo sé.

¿Y si me ahogase ahora? ¿Y si me quemase? ¿Y si me congelase? Y si tan solo dejase de pensar en ello. 


4.16.2013

Por poner la música alta no se pierden de vista los problemas. Si te tragas una pila, quizá el ácido te mate. Si no te la tragas, siempre te quedan otras maneras de morir. La depresión no se cura con Prozac, el odio no se desvanece gritando.

Soy un número, el número uno, resultado de sumar las cifras del 10, resultado de sumar las cifras del 19, resultado de sumar las iniciales de una marca de veneno bastante poco común. Soy ambigua como un baile tras una cortina negra. Soy triste como el Sol. No soy inofensiva, pero no soy hiriente. Soy un cuchillo que no corta, pero se clava. Soy mil cosas, y para los ojos más bonitos del mundo, un espejo vacío.

Castillo de arena

La marea me arrastra a la orilla dejando mi cuerpo reposar sobre sus costillas. Aunque suplique de rodillas, los milagros de Dios son tan sólo historias mal contadas.
Las piedras de la costa están heladas como el mar, la niebla suspira y solloza en silencio un canto mortal. 
La arena es blanca como la nieve, fría y suave como la sábana de seda que cubre sus labios muertos. Si mi alma va a morir, que sea al cementerio de sus dedos. Si los ojos son el reflejo del alma, lo que anhelo son diamantes tras una vitrina, y sé que no valen tanto pero seré su mejor postor.

Hace días que quemé mi hotel, y ahora, viejo y descolorido, busco dónde dejé mis debilidades. La música que escucho pasó antes por otros mares, en una botella de cristal. Y como la niebla es espesa y no me veo los pies, piso con cuidado, no me vaya a clavar un erizo de mar. Me he sentado en una piedra, abrazado a la bruma marina, el aroma de la sal haciéndome sentir todas las espinas clavadas en mis pulmones. La marea sube y baja, el tiempo se detiene, mis años tienen 122 días más que los del planeta donde hundo los pies. Y me quedo estancado en el rumor de las olas, imaginando el horizonte que deseo y que mis manos no alcanzan. El sol pestañea débilmente entre las nubes blancas, y añorando una habitación, me dispuse a construirla con arena.
Castillos de arena más bonitos se han visto, pero ninguno tenía trazada la espiral de Fibonacci en la alfombra. Tantos miedos unos encadenados a otros, timidez y recuerdos, melancolía. Miro la habitación con los ojos de un niño que enfrenta la muerte con una espada de madera.

La niebla densa está hasta en mi cabeza, me despierta por la noche y me cuenta las estrellas que aún hay en el cielo. Las que brillan con luz propia. El Sol nació en Septiembre, aún no hay nada que celebrar. Sigo escarbando en la arena por si encuentro la puerta secreta hacia el mundo subterráneo, sigo mirando al cielo por si la niebla se despeja. El viejo sol me conoce y sabe que tengo muchas debilidades.

4.14.2013

Adiós aunque me ardan los ojos, el corazón y las entrañas.

Con una caja de cerillas quemo las escrituras de mis propiedades. Cada llama es un pincel, el humo grita de placer. El fuego se come las paredes y entra por las ventanas. Tengo en la mano un barco de papel. 
Contemplo como cada metro cuadrado de mi hotel se destruye, me gusta cómo las llamas iluminan la oscuridad de la noche, cómo el calor me pone la mano en la cara y hace brillar mis ojos. Las ascuas bailan ante mis pies y me siento en la cima del mundo. Todo arde. 
Los pisos van quedando en ruinas, el fuego consume los cuadros, las cortinas, las alfombras de piel. Poco a poco va derrumbándose todo, las piedras caen de lo más alto y estallan en el suelo sin dejar de arder. La tierra húmeda apaga las cenizas. Todo es un espectáculo maravilloso, el fuego es una obra de arte que danza sobre los recuerdos. La belleza puede matar.

Después de tanto fuego, ahora mi piel huele a cenizas. Recuerdo un mar helado en medio de un desierto de cristales de cuarzo, algo me está llamando desde allí. Mientras accedo, los cristales me hacen cortes en las piernas, pero no me duelen. En el aire el eco de una voz suave me abraza y el frío me traspasa la piel, helándome los huesos. Contemplo al fondo del lago a una hermosa criatura.

La piel blanca, con algunas pecas, sé que el tacto es suave y cálido con solo oler su aroma desde lejos. El pelo muy rizado, castaño claro, adornado con copos de nieve. No me atrevo a mirarle a los ojos, temo que me convierta en una estatua de cuarzo como las que veo a mi alrededor. Pero, lentamente, el deseo me puede.

Y nunca supe qué fue de ella tras huir del dolor de las agujas, qué pasó después de que el mar me diese miedo, porque si le miraba me ahogaba dentro de sus ojos. Huí definitivamente de esos cristales de cuarzo, del veneno. Me fui a vivir entre las montañas, donde el fuego no quema y la vida brilla con luz propia, alzándose junto al Sol.