El horizonte es en realidad una cuerda de alambre, cuanto más buscas el otro lado más heridas y más sangre, ¿no? Con sólo tocar mi piel el sueño nunca consigue saciarme y es tanto así que en la noche me persigue para vengarse, de todas las veces que abusé y dormí más de lo que toca, y ahora escribe notas sobre mi cuerpo, que se agota sin llegar a conciliar el sueño. Soy fuerte y gigante cuando salgo por la puerta de mis ojos, pero no quieras mirar detrás porque no hay ningún sueño que no esté cubierto de polvo. Sin embargo no hay nada que no se cure con una caja de cerillas, y cuando todo arde, ya puedo descansar tranquila. Iré a morir envuelta por la espuma de la orilla de un mar que me busca las veinticuatro horas del día, y ese otro día es toda una noche que me enseña sus costillas para que muerda. Si la carne alimentase más que las palabras, por fin podría dormir sin pensar en abrir los ojos. Pero como en toda historia, las piedras caen desde muy alto y tienes que buscar la manera de que no todas te den, y no se te claven las astillas de los regalos de una sonrisa.
Es que ir a perderme en ese par de ojos es meter la mano en un abismo, y querer sacar la oscuridad de aquel pozo es querer un imposible. Rezar puedes hacerlo todas las veces que tú quieras, y no por ello van a disiparse los demonios de su pecho. Siempre me pregunto por qué puedo echar tanto de menos al fuego que me abraza, soy consciente de que tengo un guardaespaldas que me aparta del dolor en el que cavo mi propia tumba. Y por más que mire al cielo, el sol nunca se deja ver completo, los pocos que lo han visto se arrepienten de haberlo conocido y saben que ya no les queda remedio.