Me gustaría saludarte como normalmente hacíamos.
Me gustaría que mi voz no hubiese temblado cuando te deseé que fueras feliz.
Me gustaría verte reír, me gustaría verte en mi boda, me gustaría creer que ahora no estás sola, que sientes y que eres feliz. Me gustaría no haberme despedido nunca de ti, porque las despedidas son dolorosas, y más, cuando se sabe que son para siempre.
Tan solo quería decirte que encontré la felicidad, aunque estoy preocupada por lo que me pasa. Ojalá pudiese agarrarte la mano y besarla, ojalá pudiese creer que de alguna manera permanecemos vivos y conscientes.
Pero temo tanto a morir. Estoy tan arrepentida por haber intentado crear un cuerpo inerte a partir del mío. Tengo miedo a la muerte. Tu hija cree en Dios, en el mismo que tú creías. Al menos le servirá de consuelo, Dios nunca dejaría solo a nadie, su espíritu alimentaría tu corazón. Pero esa creencia tan solo te alimentaba en vida. No soy capaz de creerme nada que afirme la vida después de haberla dejado, no soy capaz, y ojalá pudiera tener fe en algo.
Tan solo me gustaría preguntarte si de verdad hay algo que te llena cuando ya no estás aquí. Pero, lo único que queda de una vida larga son sus restos. Imagino que tú ahora estarás la mitad de gorda de lo que estabas antes, sin los dientes puestos, los ojos hundidos y la piel gris. Tan solo me gustaría abrazarte y sentirte, pero no puedo, y te echo de menos. Para mí no hay nada a lo que agarrarse, todos caemos un día para no levantarnos nunca más. Eso es así, cenizas a las cenizas y polvo al polvo.
Tan solo... Quería besarte en la frente.