Toqué un trozo de una cuerda suave, negra. La apreté entre mis dedos y me la acerqué a la cara. Cerré los ojos tan fuertemente, agarrando la cuerda. Miré hacia mí misma, hacia mi interior. Todo era gris, las grietas de mis paredes se hacían notar y la pintura se deshacía cayendo hacia abajo. Me vi en una habitación molida, hecha polvo, vacía y sin ventanas ni puertas, sin suelo. Había un vacío negro y eterno. Me estremecí, que miedo tuve al ver aquello.
Seguí agarrando la cuerda...
Abrí los ojos, y no fueron pocas las lágrimas que se agolparon detrás de mis ojos, queriendo salir todas a la vez. Porque siempre hubo diferencias entre decir y hacer, y necesito esperanza. No habría problema si no fuese una persona inteligente, pero lo soy. Detesto la esperanza, detesto el saber que todo roce lleva al desgaste, y todo desgaste acaba llevando a la rotura. Me hago polvo, me hago polvo por dentro, y es tan fácil controlarme para que parezca que soy feliz...
Zu lange schön quält mich diese Sucht
die mir die Kraft entzieht...