9.07.2011

Quiero protagonismo en cual mundo habito.

Perdida en un mundo donde la soledad desgasta gota a gota el ánimo de cada miembro que allí habita. A la mente se me viene una carretera en la noche, luces de coches y semáforos. Esos momentos en los que decides dejar de fijarte en la carretera, y te pones a mirar. Cuantas luces, y que bonitas. ¿Qué me estoy dejando por el camino? Siento como si olvidase parte de mí en cada experiencia que voy viviendo. Los colores de las bolitas de luz en la carretera son maravillosos, increíbles. La inspiración entra por los ojos y rápidamente es asimilada por la mente, y hay algo en tu cabeza que se enciende junto a las luces. 

Pero en esta carretera, he visto que todos los coches que hay solo van en dos sentidos, en dos direcciones. Es un poco blanco-negro, pero a la vez es tan ordenado. Y la carretera, la larga hilera de coches negros, blancos, verdes, grises, dorados. Parecen papeles de bombones. Y bien, me recuerda a nuestras vidas. Porque cada persona tiene un envoltorio, un físico igual pero diferente. Y luego está el bombón dentro, que algunas veces es de café amargo y otras veces es un chocolate adictivo. No quiero una carretera en la que ir conduciendo mi camino, porque sé que más de una vez no voy a querer aguantar el atasco, saldré del coche, pisaré el asfalto y caminaré hacia otro lado. Más que un coche, un barco, porque es más natural, es el mar. Es el mar, ayer salí a correr y decidí darme un garbeo por la orilla. Cuando pisé la arena blanca, vino un olor a colilla de la tierra. ¿Esto es lo que el Hombre quiere al mundo? ¿Esto es muestra de agradecimiento, a la Tierra que te dio la vida? No respeto a nadie, no quiero a nadie, ni pienso mostrarme a nadie que no esté con la mirada fija y atenta en la carretera, estancado en el "¿Qué dirán?".

De noche, las olas me hablaban en su idioma y la lengua del mar besaba mis pies. Me recibía, el mar siempre ha recibido a mi alma. Y cuando no tengo nada que decir, en ella encuentro palabras. El mar está frío, se mantiene a lo largo de los años y sólo se corrompe por la acción del hombre. El mar, o la mar para quien lo prefiera. Transparente, sincera. El mar me llama y es cuando acudo a él, cuando me abraza la cintura mi interior se alegra y ríe como una niña pequeña y feliz. Cuando he estado mucho tiempo buceando, viendo los secretos tan bien guardados, me siento realizada. Y cuando simplemente veo el mar en el horizonte, me siento pequeña e incomprendida, sola y acompañada por mi grandeza.

PD: ¿Es por la foto? Es sentirse como una pobre loca cuando muy poquitos comparten tu opinión, pero ¿feliz? Feliz siempre.