1.05.2012

Buscando una luz blanca entre tantas rojas.

Cerró sus ojos, el sol le hacía daño. A través de los párpados, todo era rojizo, desagradable. Aún así, sin ver, ciega en su sentido, buscaba una mano donde agarrarse. Tentó con los dedos el aire que tenía en frente, luego se giró, no tocaba nada, todo era doloroso. Cogió por fin una mano, firme, ¿quién estaba detrás? ¿De quién había cogido la mano? Una persona que le daría todo lo que como hombre podía darle. ¿Quién había detrás? Detrás de la mano, también había una persona con inquietudes y temores.

Entonces, ella quiso abrir los ojos, quiso hacer que el hombre que le había estado agarrando pudiese apoyarse en ella, al menos una vez. No era un favor, no sentía que estuviese obligada. Más bien al contrario, ella quería que él se pudiera calmar y apoyar en ella de vez en cuando. Los árboles de aquel mundo de luz cegadora se enlazaban mutuamente, como ella quería que él le abrazara. Un abrazo de ambos, un mismo deseo, las mismas aspiraciones. 

Pero cuando ella abría los ojos, el hombre se los tapaba. Oh, esta luz tan cegadora, que no te queme los ojos.