1.31.2012

El Gran Dictador (Parte 2)

Estrella del Alba fue quemado para siempre en una inaguantable tortura. El gran Dictador hizo que no muriese, y sin embargo prendió su cuerpo estando recluso. El inexorable paso del tiempo en prisión hizo que Estrella del Alba encarnase el más terrible odio hacia el Gran Dictador y a toda su creación.

El  Gran Dictador vio como muchas personas decidieron ser libres y seguir a Estrella del Alba. Por ello, buscó la primera solución. Reunió a los hombres y mujeres buenos en una gran barca, junto a las especies que más le gustaron. Luego, hizo que lloviese tanto que no quedase tierra seca sobre el Planeta. Así, se crearía (en teoría) una generación de personas obedientes.

Mientras tanto, el Gran Dictador continuó creando nuevas razas, nuevas especies, cambió la forma de los continentes porque no le convencían. Cambió unas razas, fue mejorándolas a lo largo del tiempo. Los hombres cada vez parecían más inteligentes, se dieron cuenta de que estaban siendo gobernados. Con adoración y miedo, se sometieron a sus Leyes. ¿Para qué?... 
Cada vez que las incumplían, el Castigo era mayor. El Gran Dictador, a veces se sentía frustrado, como cuando un padre ve a su hijo fracasar a pesar de sus consejos. Ahí halló la segunda solución a sus problemas.

Hm... Estos humanos se han hecho muy inteligentes. Se percataron de mi existencia, se sometieron a mis leyes con el primer objetivo de incumplirlas. He de hacer ver a un hombre con hijos, que me comprenda, que yo soy su Padre Creador. Quizá así consiga que la humanidad siga haciéndome caso, me respete y todo vuelva a la tranquilidad.

Es entonces cuando el Padre Creador se dirigió a un hombre anciano. Éste no había tenido hijos, sin embargo, había visto crecer a todo un pueblo.
- Te habla el Padre Creador, a quien en vuestra aldea llamáis Dios Todopoderoso. He de decirte un mensaje muy importante, para que se lo cuentes al pueblo.
- Vale, pero con ello ¿Qué gano? -Dijo el anciano, hastiado de hacer plegarias sin respuesta, al Gran Dictador.
- He visto que trabajáis duro y los cultivos que obtenéis no os abastecen. He decidido daros una Tierra Prometida, perfecta y paradisíaca. A cambio, el Pueblo debe seguir mi Ley por encima de todo.

El anciano se lo contó al pueblo. Fueron buenos, obedientes, durante generaciones. Pero Padre Creador nunca mostró la Tierra Prometida. El ser humano, cansado, dejó de lado al Padre Creador. Llegaron a un acuerdo: haciéndole plegarias para no ir a la misma prisión que Estrella del Alba, entregaban sus almas al Gran Dictador una vez a la semana.