El amanecer desistió y se perdió en la colina. No se hizo de día, el Sol había muerto. Sobrevolaron el cielo enormes pájaros y oscuras criaturas, los brazos de las tinieblas hacían resurgir una tempestad en un ritual cíclico y arcaico.
Llovía sangre, las aldeas se estrenaron de luto una tras otra, los embalses se desbordaban... El cimiento de los castillos se resquebrajaba, los muros de piedra milenaria caían y se desplomaban, los cadáveres caían sobre los ladrillos rotos. El reino se sumió en una oscuridad desesperante, las noches frías congelaban poco a poco los alimentos. El Castigo había caído sobre la región.
Monstruosas criaturas, con escamas azules y piel viscosa, salían desde las profundidades del mar y de los ríos. Invadiendo las costas, las había que se peleaban entre ellas por los restos de algún humano muerto. Otras avanzaban hacia dentro, hacia el corazón del reino. A medida que pasaban por los bosques y llanos de climas áridos, sus escamas se secaban y se caían, dejando una gran alfombra ácida en el suelo. Los monstruos aclamaban, declarando la guerra.
Al principio se establecieron en un campamento ...