11.10.2012

El ruido de los coches, las luces de los semáforos...
No nos importaba nada de lo que pasaba fuera, él y yo, discutiendo sobre la libertad. No coincidíamos en la manera de proyectar nuestro pensamiento. Pero me perdí en su cabeza, era muy complicado entenderle, daba dolor de cabeza. 
Aaah, ohh, no quiero llorar. 

Hasta que tú te mueras, si no me muero yo antes, te tendré en la cabeza. Tu cabeza me perdía porque tu mente era maravillosa, no importaba lo que pasase fuera. Siempre eras divertido por dentro. Caótico.

Nunca pude disfrutar de un simple rato contigo, perdiéndome en ti más de la cuenta, escuchar tu melodía mientras me disolviese en ti. Discutiendo sobre la libertad. A tí te gustaba crear normas para olvidarlas, a mí me gustaba pertenecer al anarquismo caótico de tu mente. Pero nunca fue así.

Así que no estoy de acuerdo con tu libertad, con tus deseos, con nada. Pero no lloraré. Es solo esta soledad que proyectan tus ojos cuando te veo. Soledad que se refleja en tus ojos sin ser tuya, sin que te des cuenta si quiera.

No estoy de acuerdo con tu libertad. De vez en cuando deseaba rechazar la mía, sin embargo. 
Caos. Eso era todo lo que habia dentro de tí, para todo aquel que estuviese fuera. Y me perdí en  tu caos absoluto, hasta que me di cuenta de que todo tenía significado.
Ahora si estoy de acuerdo con tu libertad, pero ahora es tarde.
Ojalá lo olvidase.