11.25.2012

La gárgola, el Dullahan y el caimán.

La pequeña gárgola de piedra le preguntó al Dullahan:
¿Por que la música no suena en mis oídos?

El Dullahan le respondió que la piedra no podía vibrar, no podía sentir. La pequeña gárgola de piedra sabía que era de piedra, la pequeña gárgola lo sabía. El Dullahan pensaba cosas para sus adentros, y sabía que las mentes adoctrinadas eran mucho más crueles que las vírgenes. Mentes vírgenes, como un piano al que nunca le han marcado todas las notas. Las goteras de la cueva del Dullahan estaban formando estalactitas  Columnas de hielo. La pequeña gárgola estaba pensando posada en la cornisa de su palacio. Pensando en rojo, en venganza. Pero la pequeña gárgola parece bonita, y de piedra pulida. Mármol blanco y puro, inocente, pretende proyectar a veces sombras y nervaduras grises en su piedra blanca. En su piedra blanca, hasta las huellas frías son cálidas.

Las luces cálidas se transforman en víboras, bailando sobre la corteza de los árboles. El reino y ese gran castillo, y el Dullahan es temido por los aldeanos. El Dullahan sólo es un pobre hombre que ha perdido la cabeza, malditas víboras. La pequeña gárgola es un dragón de mármol y roca maciza, fríamente pensando en los movimientos que ejecuten a sus enemigos en el tablero de ajedrez. No conoce el deseo, quiere manejarlo, quiere disfrutar del títere al que llama "calor". Las huellas sobre la piedra son calientes hasta si son hechas por manos frías. El violín sin cuerdas toca una silenciosa melodía encerrado en el calabozo del castillo. La gárgola controla y es controlada por su propia mente. 

El Dullahan sumerge su cabeza en el río y trata de ahogarla, el Dullahan no quiere oír el siseo de las víboras. La música es la bala de la ruleta rusa. 

Y caen piedras de lo alto del campanario. Caen al vacío, estrellándose finalmente en el eco de los jardines, rompiéndose en mil pedazos. Los vecinos cierran las ventanas y puertas, el dragón de piedra es poderoso. Ellos también lo son, pero gustan de ser gobernados ya que no tienen que pensar por si mismos. Son unos vagos y la escarcha es el cáncer de sus corazones.

Mientras, muy lejos de allí, el caimán llora con lágrimas de verdad. Conoce a la pequeña gárgola, y al Dullahan. Sabe que en el fondo, el Dullahan es como una muñeca rusa, lleno de capas y cortezas que protegen su corazón de la maldad humana. El caimán sabe que la pequeña gárgola es un monstruo. La música suena esta vez , acompañada de un río de agua helada.