11.04.2012
Harmless.
La esperanza nunca será lo último que se pierde. Cuando lo pierdo todo, el orgullo hace que siempre mire hacia delante. Me quiero demasiado a mí misma, lo veo hasta en los mundos de otras personas. Viajando hacia otros mundos me doy cuenta de que donde mejor estoy es en el de mi orgullo. El puto orgullo te dice que mereces una cosa. Mi orgullo no es como el de todos.
Por encima de ganar o perder, porque siempre se gana algo en cada pérdida. Por encima de ganar, porque toda victoria conlleva una derrota. Por encima de todo, está la sensación y los recuerdos. Y por encima de todo eso, estoy yo. Porque una gran vida, es la que merece ser contada, como dice un amigo mío.
Y una vida que es tan grande, sin embargo, no merece ser contada para que no la entiendan. Una gran vida sólo importa a pequeñas personas aisladas, al fin y al cabo.
Así que no me importa si cierras los ojos, porque no sería la primera vez que lo haces. No me importa si miras hacia dentro y no lees lo que escribo con el corazón. No será la primera vez que lo haces. No importa más si sonríes por mí o por otras causas. Hace tiempo que dejaste de sonreir por mí, ¿no? Al menos delante mía. Echar de menos es una mera sensación de vacío. El vacío es más importante que todas estas cosas, pero es aún así, absurdo.
Si tanto vacío hay al mirarme a los ojos, ya no importa. No importa nunca más. Yo sé como conseguir mi propia felicidad, creo que quien a estas alturas aún no sepa cómo ser feliz es que no se conoce a sí mismo. Y sin embargo, la felicidad es como la libertad. Un arma de doble filo. Hace tiempo que sé la tristeza que produce un corte con esta espada.