Me pregunto cuantas veces tendré que caerme, para que me de cuenta de que me pongo la zancadilla yo sola. No tiene más sentido que el de querer quejarse por todo. Al menos dos manos ajenas a las mías me abrazan, cuando yo he sido demasiado dura conmigo. Que no debería meterme tanta presión, y más maneras de hacerme sentir bien.
-------------------------------------------------------------------------------
El nublado del cielo susurraba en la brisa, unas palabras que yo no conocía. La lengua azul protegía a los que estábamos debajo del cielo, como si alguien protegiera el mundo con sus manos. ¿Qué era aquello? Que me hacía sentir tan bien, que hacía sentir tan bien a los que me rodeaban. Éramos unos cuantos, pero parecía que hubiese además otra persona, más grande que nosotros, cubriéndonos la espalda. Manteniéndonos ajenos a ella, reíamos, hablábamos, y pensábamos. ¿En qué pensábamos?
Porque yo sólo veía todo lo maravillosa que era la vida cuando de repente uno de nosotros miró al cielo infinito. ¿En qué pensaría? Supongo que no lo sabré nunca, porque no quiero preguntarlo. Sí, yo solo me relajé, había algo que me quemaba dentro del pecho, pero sin doler.
- El mar está precioso.
Es porque estás tú, pensé.