Ayer no cené (me castigaron) esta mañana me desperté a las una, y evidentemente no me comí nada. Ahora he terminado de comer, y realmente he comido poquísimo. No tengo hambre. ¿Comer? ¿Comer para qué? Para vivir. ¿Y qué clase de vida vamos a llevar mientras la vivimos? No creo que haya una clase de vida común a muchas personas, sino que cada uno opta por vivir y por pensar como le parece. Pues bien ¿para qué voy a vivir? ¿Es que acaso hago lo que quiero? ¿Acaso soy alguien importante? No, sólo soy una sombra que algún día dejará estas calles para ser encerrada en un cajón sin luz, ventanas ni puertas. Me esconderán del mundo en el cajón de un mueble lleno de más cajones oscuros, con sombras escondidas y apartadas del resto del mundo.
Porque de eso se trata el cementerio, de alejar y esconder a las sombras de lo que fuimos, alejarlas por siempre en la eternidad, apartarlas y esconderlas de los que aún no son sombras. Son sombras que se funden entre más sombra, son alientos que dejan de dar calor. Y sin embargo, aunque quieran esconder todas las sombras del mundo en millones de cajones, los cajones van a estar allí. Que poco producente. ¿Entonces las sombras ya no sirven? A mí me gustaría que sirviesen para algo, por ejemplo, para alimentar las raíces de un árbol. Y no encerrarlas (¡las pobres! ¿Qué habrán hecho?) lejos del mundo.
Pues si yo voy a ser sombra, el sentido de la vida es que sea feliz mientras dé luz. ¿Y cómo voy a ser feliz dando luz? Si en lugar de iluminar a nadie, sólo soy la caricatura de una grotesca pantalla de papel que sólo proyecta sombra. Si la monotonía me alumbra por cada uno de mis rincones, y los chorros de sombras brotan de mis extremidades. ¿Para qué voy a vivir? No tengo sentido en el medio de todo. Cuando estoy en el medio de la nada, todo cobra sentido, y soy feliz haciendo lo que quiero. Allí, donde nadie se ha inmutado que estoy. Rodeada de dunas de arena, o en mitad de los árboles, detrás de las sombras de la gente. Me acuerdo de que cuando fui a Lanzarote, en los jameos del agua, estaban representando una función para los guiris. Yo cogí y me largué a explorar el resto de la cueva, y vi maravillas a las que el grupo no había accedido con el guía. Quiero decir con esto que, muchas veces, es mejor llegar a los sitios por ti mismo, y no seguir a nadie. Los que te sigan estarán viendo lo que tú quieres ver, y no lo que ellos quieren ver.
Quiero que mi vida sea como un laberinto dentro de una cueva submarina. Un sitio complejo, casi inaccesible, escondido de todo y todos. Y aún así, que se escuche el rumor de las olas desde dentro. Toda la vida que puede albergar una simple gruta bajo el agua, todos los misterios a los que nadie ha accedido... Vamos. Aún hay muchas partes de mí que siguen siendo vírgenes, partes que sólo son mías y de nadie más. Me gustaría invitar a que pasara un pequeñísimo número de personas. Y que vieran mis lugares favoritos para esconderme de mí misma, los lugares que (aunque resulte enigmático) están dentro de mí.