1.31.2013

Oaken woods (I)

El cielo estaba nublado, y bajo las copas de los árboles todo estaba muy oscuro. Las ramas creaban un velo de diamantes negros y hojas verdes, de modo que los pocos rayos de luz que conseguían atravesar la elegante cortina daban una imagen de misticismo. Los robles del bosque tenían diamantes oscuros incrustados en la corteza. Era un ambiente mágico, silencioso y pacífico. 
La espesura del bosque se extendía en el horizonte y no había manera de encontrar el final. Debido a la eterna sombra, la tierra y las piedras estaban frías. El agua del único río era azul pálido, parecía tener brillo propio. El río fluía a través del bosque, dividendolo en dos secciones, hasta desembocar en un lago de agua helada. Frente al lago, había un gran banco de piedra blanca.

Tres jóvenes estaban sentados allí, contemplando el brillo del lago, sin llegar a apreciar todo el poder que contenían esas aguas. El de la derecha era el líder, sus palabras eran tan fuertes como su mandíbula. Sus manos se movían mientras hablaba. El del centro era el mayor,y además de ser el que más sentido común tenía, su carácter era suave y sus palabras amables. El de la izquierda era el observador, era un tipo con una nobleza inaudita.

Los tres charlaban aunque desde el lago no me llegaban sus voces. 
- El lago y sus ojos brillan con la misma fuerza.- Dije para mí.

Me dediqué a observarle desde el agua, pensé que no me vería. Pero me vio. Se quedó callado unos instantes, y luego hizo como el que no había visto nada. Siguió hablando con los otros chicos. 
- Es curioso, no sé que hacemos en medio de la nada.- Dijo el líder.
- A mí me gusta este sitio en medio de ninguna parte, creo que estamos los tres solos.- El mayor habló.
- Sí, bueno, yo me quiero ir a mi casa.

Así que no quería estar aquí. Yo pensaba que sus ojos brillaban con la misma fuerza que el agua, así que hablé con los árboles. Ellos acataron mis órdenes, y los que estaban próximos al líder empezaron a extender las raíces hacia el muchacho, atrapando sus piernas y sus brazos, y tirando de él hacia el fondo de la tierra. 
El joven gritaba y sus amigos trataron de rescatarle tirándole de los brazos, mientras se hundía más y más en la tierra. La arena empezó a llenarle la boca, la nariz, los ojos, hasta que se hundió profundamente en el suelo. Murió, enterrado, con los ojos abiertos y llenos de arena, en el abrazo de las raíces de un roble.

- Antes vi una mujer en el agua. 
- A veces era gilipollas, pero era buen chaval.
- Ya, a mí también me jode, era por cambiar el tema.
- ¿Donde dices que la viste?
- Por esa zona. -El chico noble señaló con el brazo extendido al sitio donde estaba.
- ¿Estás seguro, yo ahí no veo nada. -Dijo el mayor, mirando exhaustivamente la superficie del agua.
- Sí, nos miramos a los ojos.

Los dos chicos se acercaron al agua poco a poco, sin dejar de buscarme en la superficie. El chico noble se arrodilló y metió la mano en el agua helada.
- Joder, está congelada. -Se levantó rápidamente y se secó la mano frotándola contra los pantalones.
El amigo se rió, y tocó el agua. 
- Sí que está fría, coño. ¿De verdad crees que había alguien aquí?
- Yo que sé, después de esto ya no sé.

Los dos miraron al banco de piedra desde donde estaban. Echaron de menos a su amigo, se abrazaron.