- La lluvia me hace feliz. Las gotas de agua que chocan en la cara, es como si la naturaleza nos hiciera caricias. Cuando la lluvia atraviesa mi ropa y llega hasta mi piel, es como si me abrazara. Y me siento realmente feliz y agradecida.
Estuve andando bajo la lluvia durante media hora, aunque no sentía frío. Había quedado con Zakaröch en el banco de piedra que había en el lago, y a pesar de la lluvia, yo tenía por seguro que él estaría allí. Zakaröch es así, nunca falla su palabra, es realmente un hombre noble.
Pero cuando llegué no estaba. ¿No sería que había estado pensando demasiado bien de él? Quizá era más cuerdo de lo que parecía, quizá se había quedado en casa por la lluvia.
De repente, algo me saltó encima tirándome al suelo y haciéndome comer el fango. Escuché carcajadas detrás mía, mientras me quitaba el barro de las pestañas.
- Eres un cabrón, tío.
- Habrías dicho lo mismo si no hubiera venido, je.
- No lo habría dicho si simplemente hubieras estado en el banco, como acordamos.
- Shh, calla, no te enfades. Si me hubiera quedado me habría aburrido, Miss Always Late.
- Claro, de ahí el idear una emboscada para hacerme tragar tierra, ¿no?
Zakaröch volvió a soltar unas cuantas carcajadas.
- Pareces feliz, ¿qué planeas ahora?- Acabé por preguntarle a mi pequeña caja de sorpresas.
- Pues no planeo nada, para asombro tuyo. Sabes que prefiero improvisar...
- Zakaröch, ¿qué querías de mí?
- Dime tú primero lo que me querías decir.
Hace un mes que conozco a Zakaröch, o incluso más. Nos conocimos por una canción, y desde entonces hemos estado hablando. Cuando le veo reir soy un poco más feliz por dentro. Su presencia es más que bienvenida en estos bosques de robles. Es alguien agradable con sus amigos, y un auténtico infierno cuando se lo propone. Tiene el pelo semi largo, bastante abundante, negro y liso. Se lo peina de modo que quedan muchos mechones gruesos en el flequillo y en las sienes. Su piel es morena, sus cejas pobladas pero delicadas, y sus ojos grises azulados, muy claros. Los labios son más o menos gruesos, tiene una sonrisa muy bonita. Sin embargo no es guapo, su expresión la mayor parte del tiempo es amargada y solitaria.
Pero conmigo no es así.
- Pues te quería ver, es sólo eso. Me gusta hablar contigo.
- Y me has hecho venir hoy, con la lluvia. Está estupendo.
- Ya, bueno, perdona.
- No, no pasa nada. Ven, que te quiero llevar a un sitio que te va a encantar.
Qué le gusta hacerse el interesante. Sólo me quería llevar a un árbol cerca del lago.
- Aquí, debajo de las raíces de este árbol, hay una persona enterrada viva. Bueno, ya supongo que estará más que muerta. -Me dijo Zakaröch, así de repente, aunque eso yo ya lo sabía.
- Sí, si ya lo sé. Cuando me bañaba en el lago vi cómo ocurría todo.
- Murió el Líder. Los otros dos se fueron de aquí.
- ¿Sí? ¿Ya se fueron? Que pronto.-Dije con voz apática.- Que desilusión, porque realmente me parecían interesantes.
- Ya, bueno, sé que una vez que le regalas tu cariño a alguien, no es fácil que te olvides si no te traicionan. Pero simplemente se han ido.
- ¿Y qué pasaba aquí? ¿Qué querías enseñarme?
- Sube al árbol, venga, está ahí arriba.
- ¿No me irás a hacer subir para una tontería, no?
- Estaríamos en paz, tú me has hecho venir porque querías verme...
- Bueno, ya, pero mojarse y subir a un árbol mojado no es lo mismo, cabrón.
- Y luego dices que eres la diosa de este mundo, habla bien.
Soportar a Zakaröch a veces es... difícil.
- Bueno, pero al menos ayúdame a subir, ya sabes que el ejercicio y yo no nos llevamos bien.
- No. Me quedaré abajo y te miraré el culo mientras subes.
- ¿Pero qué? - En estos momentos me tengo que reir.
- Era broma, imbécil. Sabes que no estoy interesado en eso para nada. Anda, súbete a mis hombros.
De repente Zakaröch resultó ser un escalador nato y subió por el tronco como si hubiese una escalera para él. Y de hecho la habia, el muy cabrón se había dedicado a construir una especie de escalera en la corteza del árbol.
- ¿Has visto que bien escalo? -Se rió como un crío.
- Sí, eres maravilloso haciendo una escalera ahí.
Y al final del árbol había una pequeña caseta construída con ramas.
- Vaya, Zakaröch, me has sorprendido.
- Aquí te pienso percutir hasta que no me quede nada.
- ¿En serio?
Por mí encantada, pero Zakaröch no está interesado en el sexo. Sólo bromea sobre ello, Zakaröch sólo está interesado en escuchar música, dormir, dibujar y tocar la batería. Y por supuesto, robar, meterse en palizas y molestar a la gente. Pero eso sólo lo hace cuando está deprimido.
Ahora estamos los dos en la caseta, completamente empapados, y el hombre me abraza.
- Si tuvieras un hijo, ¿cómo lo llamarías? -Me preguntó, así de repente.
- Pues hay nombres que me gustan mucho, como Ricardo, Guillermo, Eduardo, Fernando...
- Entonces mi nombre no te gusta, ¿no?
- Zakaröch, ¿qué te pasa ahora?
- Nada, quería finjir un ataque de novia celosa absurdo.
- ¿Estás bien?
Seguimos riendo. No hay manera de tomarse nada en serio con este hombre, simplemente es imposible.
- Te quiero regalar una cosa, Mar.
- ¿El qué? - ¿Pero a que viene esta seriedad de repente? Dios mío, nunca termino de entenderle.
- Un pincel.
- ¿Pero para qué? ¿Y por qué aquí?
- Para que me pintes un retrato mío en éste árbol. Venga, dibújame, sé que quieres.
Será cabrón. ¿Como puede saber que estoy deseando dibujarle? Entonces Zakaröch extendió los brazos, a la vez que se abría un agujero enorme en su ombligo. Del agujero apareció un ojo, a través del cual pude ver una realidad alternativa a mi alternativa de la realidad.
Es como un mundo paralelo al que yo me he creado para huir del de verdad.
- Mira a través de aquí, y dibújame.

Puse el pincel sobre la hoja, y empecé a sentir una extraña sensación de regocijo dentro mía.