9.30.2011

El Dragón de Circo.

Me estaba mirando el ombligo, como siempre. Yo, yo. Sólo yo, estoy conmigo. Me gusta hablar en pasado indeterminado, ¿cómo se llama en realidad ese tiempo verbal? Es igual, yo sé de que hablo. A nadie más le importa.

Dentro de una carpa, se enciende una luz que enfoca al centro. Los rostros inquietos del público, tras las rejas que separan las gradas del escenario. Las pipas cayendo al suelo, el rumor callado de la gente prestando atención. 
- Y aquí está el Dragón de Trescientas lenguas.- Dijo el jefe, vestido de manera ridícula.
El sanguinario monstruo imponía respeto. Su piel, curtida y rojiza, sin brillo. Parecía cansado, detrás de tantas exhibiciones. Siempre que había intentado escapar, le habían soltado una descarga electrica. Y ya le sedaban en pequeñas dosis a la hora del espectáculo, para que "obedeciera" y no echase todo a perder. El monstruo estaba triste, reprimido. Entonces yo vi cómo mi compañero tenía que hacer peripecias con la lengua que tenía cortada en trescientos pedazos, y cómo se tenía que tragar todas las trizas de los sueños que se habían ido rajando en cada latigazo, en todos estos años.

Una noche más, tuve que curarle las heridas, pero esta vez sería distinto. Después de llevar planeándolo, hice que la jaula se tumbase cuando íbamos en carretera, cerca de un lago. Abrí la jaula. El Dragón me dió las gracias, y me subió sobre él. Echó a correr por la tierra seca hasta que llegó al lago. Se hundió unos minutos, y salió. En la carretera, todos se habían parado. Buscaban a mi compañero, con potentes máquinas eléctricas. Y una escopeta en la mano, para darme caza. El Dragón no tiene alas, pero sí que puede echar a correr. Fue por esa malformación que lo capturaron.

Que me expliquen.

Estrangulando el tórax, el dolor sonríe a la muerte con complicidad. El corazón, envuelto en un paño de suave seda púrpura, late con temor, como si se tratase de la mejor batería del mundo. El ritmo inigualable nos hace mover la cabeza. 
Por otro lado, la sal del mar salpica los ojos, las bocas se curvan y arrugan mostrando entre los dientes la peor de las pesadillas. Los ojos salados escuecen en el alma, la cara en una expresión fatal.
Y es entonces, cuando el alma que ha reído, ahora llora. Las manos de la justicia fueron cortadas ya hace mucho tiempo, los rosales podados no dejan crecer nuevas rosas. Los capullos que quedan, van cayendo uno a uno, pero el último y más oscuro de todos, cuelga en tensión por el cáliz. Débil y marchito, sin color.

¿Y por qué todo el mundo va a llorar cuando alguien se va? Yo no lo comprendo. Por favor, dejen de consolarse entre vosotros, hablando de paraísos del bien ni porras en vinagre. ¿De verdad se creen eso? ¿De verdad que hay alguien en el cielo que cuida de ti, y que cuando tu cuerpo muere, viene a llevar tu alma al mejor sitio de todos los tiempos?
Yo no. Que absurdo. Si nadie tiene en cuenta mi ser completo, ¿quién se va a apiadar de mí? ¿Quién os hizo creer esto? 
Pero sé que algún día crecerá un árbol sobre el cadáver de cada uno de nosotros. Quiero asegurarme de que la gente sea más consciente de la necesidad de las plantas en el mundo, y si crece sobre nosotros una cuando muramos... 

A mí me gustaría que me enterrasen en los pies de un roble. 

Pero es sólo esto, retomando un poco la breve idea de antes. ¿Por qué llorar cuando alguien muere? Se supone que sabemos que nada es infinito. Ah, claro. No volveremos a ver al sujeto que perece. Bueno, pero en tus recuerdos ahí le tienes... Es compleja esa nostalgia, recuerdo, añoranza... Quizás impotencia, de no haber podido hacer nada ante un accidente letal, quizás alivio cuando una persona ha sufrido mucho. Yo que sé.

9.19.2011

Créetelo.

Como ruido de fondo, se escuchan los coches a través de tus ventanas. De vez en cuando, risas de transeúntes. Las luces de las farolas de tu calle justo acaban de encenderse. El sol, por un momento, dudó en esconderse, pero al fin ha oscurecido. Sobre tu escritorio, quizás haya algún folio en blanco, tres o cuatro latas vacías de cerveza barata. Y entre la silla y el monitor, te encuentras tú.
Tus ojos delatan el tiempo que llevas frente al ordenador, incluso te molestan. La boca seca, el cuerpo te pide otra cerveza pero ya no llegas a fin de mes. Es muy entretenida la vida a través de una pantalla, sólo quieres ver lo que te apetece. Ves cómo con un "clic" una exuberante rubia se desnuda para ti. Hace tiempo que no sales a la calle, ni tan siquiera para fumarte un cigarrillo. ¿Y qué hay fuera?

La gente se amontona formando un cerco alrededor de algo. Podría ser el típico accidente, en el que los ciudadanos- preferentemente viejos y marujas- forman un gallinero y hasta graban imágenes con sus móviles, sólo por morbo. Por tanto, te dices a tí mismo que si ha sido grave, ya lo pondrán en Internet. Además, habrá pasado una media hora y no ha llegado ningún coche de bomberos, ni ambulancias. No ha sido nada. Y giras de nuevo la cabeza hacia el brillante monitor. Y no te has dado ni cuenta de que en la calle la gente está corriendo, huyendo, gritando. Y hay personas que caminan torpemente hacia otras, se han vuelto animales. Hay un hombre en la acera que está mordiendo a una niña, y ella echa espuma blanca por la boca. Los perros tienen los ojos rojos y nada de eso lo has visto en Internet. O sí, quizá sea un sueño. Nadie ha hablado de zombies en la red. Aún.

Pero ¿tú no eres otro zombie? Bebiendo cervezas casi a diario, fumando, o toda la noche "navegando" en las redes "sociales". Sí, ahora entiendo por qué se llaman "Redes Sociales". Atrapan a las personas como si fuesen  meros o besugos. Además lo hacen en gran escala, se ponen de moda y todos quieren caer en la trampa, hasta que venga una trampa más golosa y más prestigiosa. 

9.13.2011

Prefiero quedarme.

Las aves de un mundo ardiente están cubiertas de nata negra, los peces tomaban el sol en la superficie de los lagos y ahora se les acumula nieve gris en sus lomos. Los árboles retorcidos y sin hojas se esconden del sol, y muestran sus corazones, abiertos por la mitad. La alfombra roja hacia nuestras casas, como una lengua hirviendo que se desenrolla. La Tierra nos dá la bienvenida. Y para entonces, no podremos quitar la mano.

-

Lloviendo, y con movimientos lentos en el intento de correr, me dirigía a un lago. Toda la humanidad estaba en ese lago, era el más profundo. Un barco negro contenía a miles de personas, en el agua había unas cuantas. Y como todas no cabían en el barco, mandaron a construir un bote y dos lanchas acuáticas. Yo no quería abandonar el lago, es el Lago donde quiero descubrir lo que nunca nadie ha visto, lo que siempre todos han pasado por alto. Salté del gran barco negro y me sumergí en el Lago. Las personas, como objetos de diferentes tamaños, todas con cuatro prolongaciones y una cabeza, me parecían penosas y sombrías. Se peleaban por subir al barco grande, y no al bote. 
-¿Qué más dará uno que otro? Si van a irse del lago igual...-Pensé yo. 
Yo cogí una lancha, o más bien la robé. Le dí al motor, hacia la montaña que había al fondo del lago. De ella, caía una cortina de agua espesa y ruidosa, lisa como una pared. ¿Habrá algo detrás? 
Para no arriesgar, en lugar de estrellar la lancha contra la cascada, la paré. Me bajé de ella, y buceé hasta el fondo casi del lago. Crucé por detrás del muro de agua, era más grueso de lo que creía. Me costó un poco atravesarlo mientras aguantaba la respiración, pero no fue en vano. Cuando saqué la cabeza fuera del agua, medio asfixiada... Ví una pared de roca. Y una muesca de piedra blanda, de la que puedes sacar con los dedos. Hurgué con las uñas y la piedra caía a pedazos. En el centro de la pequeña muesca había un apón rojo de corcho. Metí el dedo índice, el anular y el pulgar. Saqué el objeto sin esfuerzo. Quedó un agujerillo de luz débil y casi apagada. 

Asomé la nariz por el agujero. Vi un río tétrico y oscuro iluminado por la pálida luz de dos antorchas que parpadeaban como el triste corazón de un moribundo. Seguí quitando las pocas piedras que podía retirar del muro, la sangre y el polvo se unían debajo de mis uñas. ¿Quien más ha visto esto? El agua del río era turquesa oscuro. Aunque yo sólo oía la cascada tras de mí, me pareció percibir un eco. Con algo de miedo, y el resto de curiosidad, metí la mano por el agujero en la pared. Lentamente recorrí las paredes del boquete que yo acababa de abrir, se caían algunas piedrecillas mientras lo hacía. Hasta que palpé el otro lado del muro. Sólo podía torcer la muñeca ya que el agujero era profundo como casi mi brazo entero. El otro lado del muro estaba húmedo, tenía verdín y crecían pequeñas enredaderas. Saqué la mano y la limpié un poco. Luego, empujé el muro por la parte delgada, y se desmoronó todo lo que yo había cavado sobre la piedra. Ahora el agujero era tan grande que podía meter medio cuerpo por él. Sin pensarlo, me metí. Las piernas se me quedaron medio volando, aún a ras del suelo. Miré, y de derecha a izquierda, el río se prolongaba ancho y profundo.

- ¿Hola...?
Escuché mi inocente voz rebotando varias veces contra mí. Suspiré.
- Hola.

9.09.2011

Entrada moñas-pastelosa para la posterioridad.

La vida no lo sé, pero las emociones son como un péndulo. Pero ahora, el péndulo está parado en la mitad de la infelicidad. ¿Cuando fue que vi los límites? Yo siempre creí que no había otro que el horizonte. Busco exprimir risas de mí, pero sólo saqué una gotita de crueldad. Estoy parada justo delante de un gran abismo de confusión, en el que veo nubes. Pero ¿es una caída de ida y vuelta al cielo? ¿O es sólo una caída? He hablado muchas veces sobre lo que yo pensaba del amor, que si instintos animales y otras cosas. Lo único cierto es, por muy moñas que suene oirlo en mí, que es único. Por ahí escuché que sólo había una vez, con suerte, en la que te enamorabas. En mi caso, y parándome a buscar detalles, es casi cierto. Porque yo creo que en el amor hay un matiz de odio, miedo. 

-

Y ahora leo todas esas cosas, y las pienso. ¿Qué cosas? Pues las pasteladas esas de "Odio cuando tarda en hablarme... Esque hoy no me dijo que me quería". Pues sí, sí. Ahora las comprendo. ¿Conformes? Me voy a dejar que me tiren los mismos dardos que he tirado yo, en el fondo quiero que sea así. Pero joder, que mi conciencia nunca ha dependido de nadie (ni depende, que leñes). Y estoy viendo mi fama de pseudo-puta (pseudo porque sólo habré echado cuatro polvos en mi vida, el 1º de diez minutos, el segundo de quince, el tercero casi no llegó a polvo y el cuarto de una hora y pico). Y de cabrona, de aburrida. Que realmente a mí me da igual lo que piensen de mí, eso no supone límites. Pero cuando quiero a alguien, y veo que pueden hablarle...-"Sí, pues tu novia es una borde...". Hay que fastidiarse. 
Que siempre que hago algo con la cabeza, puedo sentirme orgullosa. Pero cuando no... Sólo siento inseguridades y miedo a estropearlo todo. Será porque en el fondo soy una niña buena de verdad. (Pero que conste que en el fondo no solo hay plaza para un solo papel :P). Y para una vez que alguien acaricia mi schwarze herz...

- Que no, Mar, que no te contradigas. ¡Blanditaaaa!
- Déjame, tía, que estoy mal.
- ¿Por qué? ¿Porque tu novio no te hace mucho caso? ¿Porque no te dice que te quiere siempre?
- Sí, hum, bueno...
- Esque tú eres la primera que odia las cosas pastelosas. Que por un día no se cae el cielo...
- ...O sí.
- Vamos, no me jodas, Mar. Que sólo llevas un día sin verlo.
- Lo sé. Y esta mañana no quería verlo, lo llevo viendo muchos días seguidos.
- Claro y ahora tienes mono XD No te jode.
- Que te deeeeeeeeeeen...

PD: En fin, hagan sus chistes y ríanse, la venganza se sirve en plato frío.

9.07.2011

Cosas que...

...me dejé en el tintero a la hora de escribir la entrada de abajo:

Y con respecto a la entrada que acabo de escribir. Ahora leyendola, me veo con el agua al cuello. Y es un atropeyo tantos coches y tanto cambio de camino, tanto recálculo de ruta, como dice el gps de mi padre.Aunque para cálculos, las piedrecitas estas que salen en el riñón. ¿Se llamaban así? A mí me están saliendo en el alma.

De las ganas de llorar por algo que sé mas que de sobra que voy a perder, y lo acepto. Pero no es como la muerte, que ya ni es para mí ni para quien se muere, ya la propiedad es de la Tierra. No, no. Es porque lo que temo perder no es siquiera mío, es del viento. Y ya se va con el viento cuando quiere, me cansan las palabras que hacia mí se vuelven como puntas de flecha.

¿Quien fue el que me lo dijo? El individuo que más molestia se toma por deshilachar cada renglón que escribo, supongo. Que hay cierto matiz de miedo, o de melancolía, cuando te lo pasas bien sólo en ese momento irrepetible. 

Quiero protagonismo en cual mundo habito.

Perdida en un mundo donde la soledad desgasta gota a gota el ánimo de cada miembro que allí habita. A la mente se me viene una carretera en la noche, luces de coches y semáforos. Esos momentos en los que decides dejar de fijarte en la carretera, y te pones a mirar. Cuantas luces, y que bonitas. ¿Qué me estoy dejando por el camino? Siento como si olvidase parte de mí en cada experiencia que voy viviendo. Los colores de las bolitas de luz en la carretera son maravillosos, increíbles. La inspiración entra por los ojos y rápidamente es asimilada por la mente, y hay algo en tu cabeza que se enciende junto a las luces. 

Pero en esta carretera, he visto que todos los coches que hay solo van en dos sentidos, en dos direcciones. Es un poco blanco-negro, pero a la vez es tan ordenado. Y la carretera, la larga hilera de coches negros, blancos, verdes, grises, dorados. Parecen papeles de bombones. Y bien, me recuerda a nuestras vidas. Porque cada persona tiene un envoltorio, un físico igual pero diferente. Y luego está el bombón dentro, que algunas veces es de café amargo y otras veces es un chocolate adictivo. No quiero una carretera en la que ir conduciendo mi camino, porque sé que más de una vez no voy a querer aguantar el atasco, saldré del coche, pisaré el asfalto y caminaré hacia otro lado. Más que un coche, un barco, porque es más natural, es el mar. Es el mar, ayer salí a correr y decidí darme un garbeo por la orilla. Cuando pisé la arena blanca, vino un olor a colilla de la tierra. ¿Esto es lo que el Hombre quiere al mundo? ¿Esto es muestra de agradecimiento, a la Tierra que te dio la vida? No respeto a nadie, no quiero a nadie, ni pienso mostrarme a nadie que no esté con la mirada fija y atenta en la carretera, estancado en el "¿Qué dirán?".

De noche, las olas me hablaban en su idioma y la lengua del mar besaba mis pies. Me recibía, el mar siempre ha recibido a mi alma. Y cuando no tengo nada que decir, en ella encuentro palabras. El mar está frío, se mantiene a lo largo de los años y sólo se corrompe por la acción del hombre. El mar, o la mar para quien lo prefiera. Transparente, sincera. El mar me llama y es cuando acudo a él, cuando me abraza la cintura mi interior se alegra y ríe como una niña pequeña y feliz. Cuando he estado mucho tiempo buceando, viendo los secretos tan bien guardados, me siento realizada. Y cuando simplemente veo el mar en el horizonte, me siento pequeña e incomprendida, sola y acompañada por mi grandeza.

PD: ¿Es por la foto? Es sentirse como una pobre loca cuando muy poquitos comparten tu opinión, pero ¿feliz? Feliz siempre.

9.05.2011

Untitled.

El escalador de líneas se ha caído entre los renglones de una frase, el espacio vacío entre las palabras es el que mejor define al texto. El escalador es muy pequeño, diminuto como un punto. Pero su comprensión es tan grande como la inmensidad de páginas por las que se ha perdido. Encontró laberintos y nudos que se enredaban, y ataban sus brazos a la angustia. Mientras el escalador leía, las palabras devoraban su corazón de papel. La tinta era su sangre, los borrones su desamparo. Busca la verdad en cada hilera de sílabas, busca la tranquilidad y el sosiego bajo la sombra de un espacio en blanco.

El escalador sonríe cuando empieza una montaña, y llora cuando la corona con su bandera, en el final. El escalador anhela un nuevo Everest, lleno de tensión y dolor, lleno de sorpresas. Pero todo está firmemente escrito. No quedan montañas que el hombre no haya nombrado, no quedan ilusiones en el tintero. No queda esperanza bajo la piel del escalador, la fe está más que extinta en el aire de sus pulmones. Pero el escalador se acuerda de sus primeras colinas, por las que subió sin miedo y con ayuda de un guía. El escalador revive cada libro en su cabeza, cada imagen en su mente, cada palabra en su corazón. Entre líneas cae el hombre, intentando comprender una última gran montaña. Pero el escalador está cansado y no tiene fe. Esa última montaña es más grande que las demás, hay prácticamente una igual para cada cultura. El escalador siente unas frías hojas escritas, los renglones más antiguos y más torcidos de todos, son los que construyen esta montaña. Pero la montaña Última no ha sido nunca coronada por nadie, y el escalador sabe, que será la montaña de la incomprensión y de la duda. Aún así la escala, y se da cuenta, de que no se equivoca. 

El viejo Sol.


- Sinceramente, Dios, yo no te quiero. Eres el padre con el que no hablo, me pongo cerda sabiendo que "en el cielo" hay alguien que me observa. No he ofrecido nada ante tu altar, mi virginidad se la dediqué al diablo.
Y hoy te quiero contar que la vida se me queda corta, que soy feliz desde que perdí la fe. ¿Por qué? ¿No se supone que Dios ama a sus hijos? Yo soy tu puta bastarda. ¿En qué piensas? Quiere a los que te quieran, que de mí sé cuidar sola.

-

Cuando me vestí de niebla espesa, el traje pesaba sobre mis hombros. La humedad tocaba hondo mis huesos y los lamía como un perro. El sol no calentaba ya, estaba frío. Se cubría en un cielo canoso, el suspiro del viejo cielo era gélido y débil.
El niño nació sobre la playa de arena blanca, el mar corinto lloró sobre su cuerpo. El anciano sol con sus temblorosas manos le dibujó un ombligo en la barriga, con cuidado posó sus dedos en la frente de la criatura. La piel, aún con restos de su madre, se mantenía cálida bajo el anciano sol. Pero el cielo se cubrió de luto, y una espada curva congeló el cuello del viejo con su hoja.
En el silencio de la noche, el niño desnudo extendió sus tiernos bracitos a una madre blanca. El niño juega con su pecho, se ríe y llora. El niño no sabe hablar, no sabe cantar, no sabe amar, no sabe abrazar. Tiene hambre. Pero sabe que el sol viejo duerme, así que cierra los ojos junto al mar corinto. Entierra sus manitas en la arena, escucha el lenguaje de las olas sin entender palabra alguna. Se rinde al frío y muere esperando a su viejo y tibio sol. 

Mundo de ébano (||)

El rastro de las hojas que viajan en el viento, ahora reposa sobre el suelo liso del bosque. La brisa se detiene. Al avanzar, no levanta polvo. El cielo que me vio nacer es pequeño a su lado. El astro que un día hizo el favor de iluminar mi inocente vida ahora tiene el honor de aprender de su luz. Ante esta pobre loca está el dios de aquel mundo de ébano.
Por un momento olvidé mi imperio, mi reinado, mi atmósfera colmada de placer y dolor. Abandonada por mi ego, perdida en el corazón del bosque de ébano, tirada delante del palacio de un dios, me sentí como la principal ofrenda de un sacrificio. Y aquí estoy, vulnerable y frágil, ante la mirada de un dios.

El hombre pasó con cautela por mi izquierda. Yo miré a la derecha. Entonces él me miró a mí. Yo fui a mirarlo pero ya no miraba. Es como si evitásemos cruzar una palabra. Y mi orgullo intentó levantarme del suelo, pero sólo pude ponerme de rodillas. El dios me miró por fin a los ojos, su juicio fue el de un niño.
- No eres de aquí, ¿qué buscas?
- No buscaba nada, señor. En realidad me dedico a ir encontrando, guardando y tirando.
- Eres una caza-recompensas o algo así, supongo.
- En realidad yo...
- Pues entonces largo.- No me dejó terminar la frase.- Aquí no hay nada de valor.
- Sí que lo hay. Cada ébano joven vale una fortuna en un mundo que conozco, su propia corona de ébano y esmeraldas podría comprar toda una legión de soldados.
- No necesito ni la fortuna ni la legión, no me interesa vender nada.
- De hecho no me ha dejado terminar. No soy una cazatesoros ni nada por el estilo, sino- el dios hizo un esfuerzo por no interumpir.- que guardo recuerdos y experiencias. La mejor riqueza es morir sabiendo que he exprimido todo lo que podía conocer. Sin embargo, la muerte es impredecible y además limita el tiempo que tengo en la vida para conocer todo...
Pero al Dios de ébano parecía aburrirle el anhelo que yo tengo por aprender de la vida. No sé de qué podría yo servirle, ni hablarle. En qué estaría pensando el pobre hombre mientras yo hablaba. Pero cuando me callé, me dí cuenta de que escuchaba. En un momento, se oscureció el bosque. Se oyeron truenos y se vieron relámpagos. Era el turno de la lluvia para dar vida al bosque. Las gotas fueron cogiendo fuerza, y me quedé mirando al cielo como el que nunca ha visto llover. Una mano me arrancó del suelo y me obligó a correr por el bosque hacia el palacio. El dios encendió una luz amarilla que parpadeaba y era tenue, una vez dentro. Se oía la lluvia salpicar las esmeraldas de las ventanas.

Mi pelo estaba empapado, y yo estornudé humo negro. La reacción del dios fue asustarse. Yo había cogido un poco de frío y el pobre hombre pensó que me había entrado algo malo. Entonces quiso que me quitara la ropa, y yo habría accedido con mucho gusto si no me hubiera abandonado mi ego. Así que él me trajo una manta gris y me la dio.
- Perdona que le cause molestias...- Me disculpé por una vez en la vida.
- No es nada, pero ¿estás bien? Lo digo por el humo negro.
- Ah, no es nada. Soy la Diosa del mundo de los diamantes oscuros. De vez en cuando me pasa eso...

Miré al que realmente había cogido frío. Estaba al lado mía en el sofá, seguimos hablando un poco más. Recuerdo que vino un trueno, luego se oyó... Se fue la luz tenue, y nos quedamos a oscuras. El dios me pasó un brazo por encima, yo puse la cabeza en su regazo y nos quedamos dormidos bajo la manta gris, escuchando la lluvia fuera y el silbido del viento entre los árboles. 

9.01.2011

Para mí cuando lo necesite.

Mar, te estoy escribiendo esto por algo. Probablemente cuando un día esté lluvioso, no va a dejar de llover para siempre. Saldrá el sol, pero otro día puede incluso que haya tormenta. Yo te conozco, y sé que las cosas las haces por un motivo, aunque para los demás no tenga ni pies ni cabeza. Está bien si te funciona, pero últimamente no estás resolviendo tus problemas, sólo actúas y te dejas llevar por lo que el deseo te hace sentir. Piensa que todo problema tiene un origen, un causante, algo que hace que se ponga en marcha, una dificultad para superar... No todos los problemas son iguales, pero tú siempre has sabido darle forma hasta llegar a la solución. Por eso te pido que hagas funcionar un poco más a tu cabeza, te des cuenta de lo que ahora te pasa y así puedas solucionarlo, planteándote más de una solución posible y que, por supuesto, tengas en cuenta las consecuencias de tus actos.