2.12.2015

Afterlife bullshit.


I'll meet you in the afterlife,
I say it without hesitation.
You wouldn't leave me here, unsafe. 
Right?
Let me doubt every and each word
that comes from your pale lips.

I'd meet you in the afterlife,
if life weren't the end of the journey.

So these lines are for you, astronaut, you've seen the world that I can hide. The spaceship isn't landed forever, right?
Eventually, astronaut, you may leave this planet. And unfortunatelly, astronaut, I won't. 
Here's the world I've grown in. These are the landscapes my mind is stuck in. This is the lonelyness my melancholia has brought to me. 
I do have a soul, actually. I discovered it when I heard you laugh. I discovered the taste of companionship, surprisingly, in this vast and lost planet.

Astronaut, do you know if the afterlife is the same for both worlds? I mean, yours and mine. Because when you realise each mind is different there's a question unsolved. How many afterlifes there are? Perhaps one for person, maybe a single one for the good and evil together.

In case of a personal afterlife, I dare to pray for inmortality, I've been lonely enough in life to continue in the path of this melancholy. 
However, I don't want an afterlife in which I'm unable to perceive you in a crowd of souls.

Life is a gift and a theft at the same time. Being grateful is what we're forced to feel, despite the fact all that has been given is ready to be sold in any moment.


2.10.2015

Let the flames devour my face,
-
Arderán los castillos de oro hasta fundirse, arderán los bosques y de la tierra jamás volverá a crecer un solo brote de hierba.
Caerán los puentes y las murallas, caerán los ladrillos y las tejas. Caerán al vacío las aves que aún vuelan.
Se derrumbarán las casas, se derrumbarán las montañas y los pasos a través de éstas. Se derrumbarán los pilares que sostienen la Lógica del mundo.

Y en un mundo de nuevo desierto, de nuevo libre, en el que ya no quede rastro del paso de nadie, quizá vuelva a verse una estrella en el cielo.


Misión fallida

Voy a morir. Estoy contando los recuerdos bonitos para morir alejado de la realidad de esta catástrofe. Pero con la imagen de un hombre carbonizado enfrente mía, y los olores fuertes que se mezclan en el ambiente, sé que mis últimos momentos son de angustia y miedo. De repente, he empezado a creer en Dios.

El suelo está húmedo y hay un olor intenso a óxido (probablemente de la humedad y las rejas de hierro que nos encierran). De vez en cuando, se oyen chocar las gotas contra un charco en el suelo.

La situación es la siguiente: Tras intentar escapar de un incendio en la planta baja, huimos al sótano (no fue muy inteligente por nuestra parte) a refugiarnos donde estaba la depuradora. Mientras escapamos, hay un derrumbamiento en las plantas superiores que tapona el hueco de las escaleras. Algunas tuberías se rompen y comienza a inundarse el piso.
Corremos hacia el ascensor pero en el último momento se rompen los cables de tensión y el ascensor se estrella contra el suelo, delante de nuestras narices. Una baldosa rota se me hunde en el pie.

Pues bien, la única vía de escape es el hueco del ascensor, pero el nivel de agua sube lentamente y los cables de tensión están pelados. No sabemos si tienen corriente, no sabemos hasta dónde llegará el agua, y para colmo nadie nos echa en falta porque somos ajenos al personal del edificio.
Esto se remonta a unas horas antes, cuando colocamos una bomba con resultados catastróficos. El inútil de mi acompañante no supo colocar los cables y saltaron chispas cerca de un contenedor de algún compuesto orgánico de laboratorio.

Nuestro objetivo de reventar la pared y colarnos en la cámara criogénica donde guardan las bacterias vivas ha tenido el desenlace en una explosión seguida por una catástrofe de incendio.
Las bacterias aisladas han entrado en calor y ahora se reproducen exponencialmente. La sangre de mi herida parece que atrae a este extraño cultivo, crecen ampollas amarillas en el interior del corte y duele como si estuviesen sacando los huesos del pie a fuerza bruta.

Las ampollas suben a través de mi torrente sanguíneo, dejándome sentir el dolor más intenso que jamás había experimentado antes.
Es entonces cuando miro agonizante a mi compañero.
- Mátame, por favor. Corta mi cuello con otra baldosa rota.
Y él, con su maldito acento argentino, no tiene otra cosa que decirme:
- La vida es bella, no tenés que morir aquí. Aún sos joven, resiste.
Y para ayudarme a que me ponga de pie, se agarra al cable de alta tensión, electrocutándose.