4.21.2015

Madre.

Estoy triste, pequeña joya de vida. Triste porque como tú no hay otra sola mujer en la Tierra. La humanidad nació de ti, y morirá en tus brazos. 
Semejantes seres deberían tener prohibido engendrar hijos. Seres asquerosos, poco femeninos, mujeres hechas con desdén. Mujeres repugnantes que dan lugar a desdendencia repugnante, indigna de vivir. 
¿Cómo has permitido que la Tierra se llene de demonios, Madre? Dará mi sangre por que me tendieras tu mano y me besaras la frente.
Cuánto daría por ser tu hija.

El planeta está colapsado de demonios, gente indigna, impura, que no merece tener el mismo don de crear vida que tiene nuestra preciosa Madre. Sólo a una mujer tan bella debería atribuírsele el Don de la Maternidad.

Pero este mundo corrupto jamás permitiría la única creación de seres bellos.

4.03.2015

La Doctora de los árboles.

Estoy sentada en el borde de unas escaleras de piedra observando lo que hay a mi alrededor. Los árboles, que siempre han estado ahí, me parecen preciosos. La disposición de sus hojas es todo un misterio, mientras que el crecimiento del tronco tiene la típica inclinación causa del viento continuo. Aquí es difícil no ver el movimiento de la naturaleza, a plena luz del día en estos jardines. El viento, que no llega a ser molesto, mueve las flores y la hierba ondea como si fuese agua. Los árboles mecen sus estructuras de hojas, las hormigas forman caminos en la tierra.

Hay mucha gente, pero nadie está tan tranquilo como yo. Parece que las flores no florecen igual para todos. Aquí mismo, a como dos metros de donde estoy, hay un chico que llama mi atención. Él lo sabe, se lo dije por fin hará ya un otoño atrás. Siempre va a haber alguien que llame tu atención. Con esas simpáticas palabras, me dejó aquí donde estoy, en una escalera de piedra. Definitivamente las flores no florecen igual para todos. Parecía triste, casi siempre decía que no lo estaba. Pero la realidad es que el único mar que he visto de mentira y he creído real ha sido el que su melancolía esconde.

Tan alegremente mirando como a su lado pasan las horas y en un suspiro ya el cielo se vuelve ocaso, observo que todo se vuelve inmóvil. La brisa cesa, las hojas no se mueven, las flores se esconden, la hierba queda fija como agujas en el suelo.
La luna brilla a través de las nubes, yo sigo aquí, en las escaleras, mientras relajo la vista contemplando el reflejo de la luz de la noche en los cristales de los edificios que me rodean. Él sigue aquí, porque no ha querido lo contrario. Y a mi todo empieza a darme igual. El casi imperceptible movimiento de una hormiga llama mi atención. Tan sólo ella y mis pies se mueven. Parece que estoy viviendo en una fotografía, y tan sólo yo puedo moverme.

Finalmente, subo las escaleras, y me encuentro allí a mi Doctora.
- Tan sólo tú eres capaz de quedarte observando un paisaje tanto tiempo. ¿En qué piensas?

No supe responder a su pregunta, ya que realmente sólo estaba disfrutando de estar viva y en contacto con esa parte pequeña de naturaleza que otras ciudades no tienen.
- Buenas noches, Doctora.