10.24.2011

Esas cosas...

Me están saliendo costras en mi ego, piedras en el alma (¡cualquier día dejo de volar, y caigo al vacío!). Hoy he sacado a pasear al perro de mis inseguridades con una soga firme y tensa. Quiero que se muera. Quiero que cuando mañana me despierte, abra los ojos con las legañas de mis sueños, y no con las lágrimas secas de mis pesadillas. Tenía miedo a fracasar. Fracasé. Constantemente. Pero, quise ser alguien, quise crecer. No crecí, no fui nadie.

Porque este globo aerostático nunca, nunca, acaba de volar. Siempre entran dos sacos de arena, por cada uno que se va. Y si acaso llegase al final, el cielo estaría cubierto por una pompa de cristal, donde rebotaría y rebotaría. Nunca alcanzo al sol, ni en su brillo ni en su esencia. 
La luna no me quiere, me hizo mitad pez y mitad mujer. Y no precisamente como una sirena, no. La luna llenó de odio uno de sus cráteres y me incubó allí dentro, fría, seca, hostil. Me abrazó con el huracán de polvo y piedrecillas, que aún tengo hasta en donde no podéis imaginar.

Me cosieron una cadenita de oro al tobillo, y el oro se oxidó, creció, se hizo una cadena que me ataba al mundo. No puedo volar, mis dedos ya no sienten. ¿Qué era aquello de dibujar tristeza? La tristeza me dibuja a mí.

La antimateria.

Embistió la pared con el lado izquierdo de la cabeza. Gritó. Y volvió a embestir. Los ojos, salpicados de sangre, la nariz como un grifo de vino tinto. Un hilo de sangre llegaba hasta la boca, dándole ese sabor a hierro.
Volvió a embestir. Trataba de clavar un clavo con la sien, a base de porrazos. Pero era más bien la pared quien le clavaba el tornillo al cráneo, maltrecho.
Continuó gritando, llorando, y odiándose a sí misma. La bestia estaba furiosa, quería arrancarse la piel del pecho junto con la camisa, y comérsela. Quería gritar y llorar hasta que se quedase en silencio, hasta que alguien la comprendiese. Y la bestia, mareada, acabó vencida por el cansancio y la pérdida de sangre.
Cuando cayó al suelo, se retorcía y lloraba. Qué pena más grande, aay... Qué dolor tan intenso, aay...

Los allí presentes se reían. ¿Entonces sólo te pasa eso? Pues yo estoy a gusto conmigo mismo. Yo soy como soy, así, a quien no le guste que no mire.

La bestia que se odiaba quería irse corriendo de allí, quería ahogarse, quería convertirse en polvo. Pero ningún estado de materia quería convertirse en ella: ella era el peor.
Entonces la bestia seguía lamentándose, dándose cabezazos contra la pared, lloraba tanto interiormente que sus lágrimas ahogaban el alma atrapada, encarcelada en aquel cuerpo. Qué pena más grande, aay...

10.23.2011

El triste y dulce lamentar.

Paseando por el fino bordado negro de la carretera, bajo la luz tenue y blanca de las farolas... Las luces se escondían en la sombra, y pasó un pequeño montón de hombres enchaquetados de negro, con habanos en la boca. Gordos, opulentos, con los párpados morados. La piel gris y la mirada de indiferencia.

La mano suave de la noche, paseando sobre dos dedos por la carretera, va dejando tras de sí humo negro, lágrimas, desaprobación y chistes hirientes. Como un cuchillo, raja el vientre del día y la noche nace cubierta de sangre, muerta.

¿A dónde estamos caminando? Estoy entre el grupo de hombres gordos. Que conducen delante y por obligación, es por el motivo que caminan. ¡No! Detente. El coche está atrás, aún no ha pasado. Si vamos por delante de todo, antes de que pase... No, no. 

Me voy fuera del camino. La luna no existe, se perdió en un infinito sin límites. ¿Y ahora a quien voy a dibujar? Si, oh, tú, mi Luna, eras mi musa.
Pues al Mar. El mar que lame mis pies, el mar que me llama con el canto de sus sirenas. Pero, no hay mar. Se ha evaporado en éste cruel y frío calor de la noche.
El sol viejo y arrugado ya sin luz en sus mejillas. Tan blanco, vampírico, ¡oh! su rostro demacrado. No, el viejo sol no está vivo ya.
Mi ego, ¿dónde estás bonita? No te encuentro ni detrás de los espejos. Miro, y miro detrás de una sombra negra, pero no estás. ¿Por qué no me veo en el espejo?
Ni un violinista se ha ahorcado en una farola desde hace meses. Ni un triste tigre ha sentido hambre de trigo. Ni un puto ramo de flores negras y secas ha aparecido decorando un vaso de triste y amarga lejía.

Pero, oh, aquí está la fuente de la que brota agua limpia, pura y fría. En la superficie, flotan las mejores plantas que he visto nunca. Los chorros de agua son transparentes, y esa sensación de paz, donde todo el dolor desaparece. Como en la fuente del Danubio, aquella fuente nombrada por Till Lindemann en Donaukinder. Donde todo el dolor desaparece...

10.20.2011

Felicidad.

En la parada de autobús, abrí el paraguas. Las gotas de granizo golpeaban con fuerza la tela.
- Toc, toc. - Decían, como las sensaciones a la vez llamaban a mi puerta.

El paraguas firme, tenso, hacía rebotar las bolitas preciosas de hielo que, como diamantes, brillaban en mis manos. Mis uñas, húmedas, mis dedos congelados.
El autobús pasó y me empapó. Adiós paraguas, ya eres inútil. Dejé pasar las sensaciones a mis venas, dejé que el granizo calase mi ropa. Pero no era frío. Era tan cómodo, parecía que levitase hacia alguna parte totalmente opuesta a mis deseos.
¿Qué había en la sombra de mis deseos? ¿Quién se escondía? Mis deseos en el espejo seguían siendo mis deseos. Atravesé el espejo, el cristal, el hielo. Metí hielo en mi corazón. Éste, como una esponja, lo absorbió derritiéndolo.
- ¿Qué ha pasado con tu corazón de piedra, frío e inerte, Mar?
- No lo necesito.
- ¿Y qué ha pasado con la "corteza" de madera que construíste?
- Se hizo árbol y ahora nace vida de él.
- ¿Por qué tanto cambio, Mar?
- Pues no lo sé, querida charlatana invisible. Sólo sé que hoy sopla el viento a favor y cruzo un mar sin caminos, en el que todo está sujeto al cambio.
- Vaya camino más inestable.
- No es un camino. Es un tour por el Mar, nunca me bañaré en las mismas gotas de agua. Báñate desnuda, amiga. Hoy delante mía no tienes porqué esconderte detrás de mí. Quiero verte desnuda, nadando y saboreando esta sal que sólo ahora en este momento vas a tener la oportunidad de probar. ¿Te apuntas?

Entonces mi ego se zambulló con el pelo suelto, las heridas le escocían un poco y al sol se veían en su piel las huellas de otros tiempos. Le abracé. 
- Si quieres, ódiame. Pero siente, cariño, como no todo es posible por ti.

Regresé a la realidad, me estaba mojando y había hielo. Y en mi cara congelada y entumecida por la escarcha del más frío invierno, dibujada estaba una sonrisa más blanca que la propia nieve.

10.17.2011

El burro ahorcado.

Bajo un sol tibio arropado por nubes que chispeaban, estaba yo riendo y paseando con un joven. Se nos veía tan bien, tan felices. De repente uno empezó a correr, y la otra lo siguió. Llovía el cielo, pero no se mojaron.
Después de eso, llegaron a la puerta del instituto, donde se sentaron. El joven no tenía camiseta puesta, ella con sus manos se dedicó a acariciarle el cuello, sentada dos escalones por encima de él. Llegó un amigo, luego otro. Ella se fue con su hermano. Entonces fue cuando dejó de llover.

Miré hacia el nublado sol, pero mi mirada, escaladora de edificios, se detuvo. ¿Que era eso? Un borrico colgando de una ventana. Sí, lo que veo es un burro colgando de una cuerda por una de las ventanas más cercanas al cielo. ¿Qué? Me fijo detenidamente y alcanzo el sonido lastimero del animal, un sollozo pausado, pesado, de agonía y dolor. El burro estaba ahorcado, colgando por la ventana. ¿Quién se habría atrevido a hacer semejante salvajada? Llamé ipsofacta a mi hermano, que caminaba muy despacito al lado de mí. 
- ¿Qué quieres?
- Mira, mira. - Como una niña, le jalé por la manga de la camisa y apunté con el dedo a la ventana.
- Anda, que pesada eres. - Mi hermano se había quedado mirando la punta de mi dedo.

Pues nada, yo empecé a llorar porque resulta que me daba tanta penita ver al burro ahorcado, colgando. En  el nudo de la horca, también había marcos de fotos. Mira, pasó un coche de policía. Le dí dos suaves golpecitos, como el que llama a la puerta de una abuela. Pero los dos policías- bastante bien horneados, por decirlo así- pasaron tanto de mí como del burro. Volví a lanzar una mirada de comprensión al burro, quien seguía vivo con su sollozo ahogado.
Repentinamente, se dio la vuelta y se puso boca-arriba, pero aún continuaba mirándome, con el hocico húmedo y dilatado. Recuerdo que las crines eran rubias, y el pelaje a rayas grises y pardas, aunque bien difuminadas. 

Para terminar con la jornada, mi amiga vino a dejarme su champú de mora silvestre. Me lo apliqué en medio del paseo marítimo, y me dispuse a enjuagarme el pelo bajo la fuente de los pies de la playa. Como el champú era muy intenso, los dedos se quedaban manchados de negro y pringaba a todo aquel a quien tocaba. Así, manché a mi mejor amigo, pero no me atreví a tocar al joven del principio del sueño, ya que iba con camisa y estaba guapísimo.

PD: Yo sé que significan los detalles pequeños del sueño, pero ¿y el burro? Es que no entra en mi entendimiento. Ni racional ni irracional. No. ¿Por qué un burro ahorcado, tan lastimero? Y que ni rebuznaba. Venga ya. ¿Qué fumo antes de irme a la cama?

10.09.2011

La niña pequeña.

Encerraron en una habitación ridículamente amplia a una niña pequeñita. La sala, sin puertas ni ventanas, tenía una única entrada de luz, la más amplia: no tenía techo.
La niña pequeñita fue sacada de esa habitación, la niña no había crecido en los cuatro años que estuvo encerrada en "aquella jaula blanca". Y como una pequeña paloma que está aprendiendo a volar, ella quiso entremezclarse entre las demás palomas grandes. 
Nadie le enseñó a volar junto a ninguna otra paloma. La niña, que quiso aprender a hablar con la voz de su interior (esa que a todos nos cuenta algo, esa que nos regaña cuando hemos fallado, esa que nos da tirones de oreja, esa voz que despierta la melancolía), acabó hablando con los folios blancos. La tinta negra de los bolígrafos "Bic" se gastaba en el papel como lágrimas caían en sus brazos mientras dibujaba. 
Y la niña creyó en sus folios más que en Dios, que sólo le prometía lo que nunca daba. La niña dejó de creer en los demás, porque ella veía que nadie tiene porqué contarle la verdad a nadie: ella sólo se la contaba al folio.

Luego, decidió ser más sincera y contar un poquito de sí misma al papel humano. Pero ¿recibía lo que daba? ¿O sólo recibía más mentiras? 

No tengo ganas de seguir viviendo con la niña pequeña tirándome de las costuras del pantalón. No quiero que me llame y me diga "¿Te gusta lo que he hecho?" cuando aunque en sus ojos esté la satisfacción de haberse desahogado, en el folio estén atrapados para siempre los motivos de sus lágrimas. 
Porque en realidad, el folio se acabó convirtiendo en mi única creencia, esto es lo que hay dentro de mí, sólo hay que des-doblarlo. No hay una tía debajo de una luna, hay una tía gritándole a la figura de la Luna, que representará alguna otra cosa. No hay un dibujo, lo que realmente es, es un ladrillo de "El folio de las Lamentaciones".

10.04.2011

Déjenme desahogarme.

Inconformismo. Por eso es por lo que me gustaría ser algo grande, porque no me conformo con lo que tengo, con lo que en el mundo hay. Que agobiante es saber que algo va mal en tu país y el motivo, y realmente no poder hacer nada. Se me viene a la mente el movimiento de los indignados, pero la solución no reside ahí. Yo pienso que habría que ser más inteligente e irse colando en los puntos de poder, hasta hacer llegar al gobierno ideas como ¿Van a quitar la pensión? ¿Y por qué no se la quitan a los ministros? ¿Por qué un ex presidente es rico? Se supone que es ex-presidente porque fue presidente y no gustó lo debido. ¿Por que pueden seguir esos hombres con esa vida?

La vida cada vez es menos justa pero ¿qué es la justicia? Para mí es como otro de esos muchos valores que son ideales, sueños del hombre. Al igual que la belleza, el bien y el mal.

10.03.2011

Turista en tus entrañas.

Quería crecer... Y aprender a decir No more sorrow. Pero no puedo, no sé si es porque me gusta o por qué otra razón. Me clavo yo sola palillos de dientes en el corazón, extraigo pequeñas porciones y las doy a probar. ¿Fue amargo para su gusto? ¿Salado, agrio, dulce, demasiado soso o picante?
Estaba frío, ¿verdad?
Porque así fue la última idea que acabo de hacer.

Recuerdo que durante yo estaba en el Mundo de Ébano, me dijo un personaje que creí Dios que yo era muy sombría, fría. Que daba miedo. Pues bien, me he ido. Me has asustado. Me has asustado de mí misma. ¿Cómo fue que llegué a coger un trozo de otra carne y a pensar que era mía? ¿Cómo he acabado pensando que yo misma soy parte de otro alguien?
Si de vez en cuando hace tanto frío que la nieve se me amontona en el pelo y la escarcha hace que tropiece en mi huida, y mi cuerpo resbalando y cayendo.

Como en la canción de 5FDP, It's not enough, it's not enough, I never was or will be. ¿Acaso soy algo más que un turista? Porque cada vez me imagino más con una gorra y un mapita explorando un pequeño mundo por el que no me pierdo, pero tampoco llego a ningún lado. Quiero entrar en los mares pero, ¿y si no son nada profundos? ¿Y si solo son un dibujo? No quiero, pero... tengo la impresión de que puedo, con un dedo, ir derribando cada casa, sin que haya ni un alma detrás. Y si no es así, dime ¿por qué no puedo sacar un hilo de colores de tu mente? Ya no me entretiene tanto, me agobia y me aplasta ver que me pierdo en mi propia desesperación de animarme a mí misma. Es por echar las culpas a alguien, sin que realmente las tengas. Pero odio cómo mi ego se ha ido y es como si ahora estuviese sobre un puente de cristal entre el vacío y la nada. ¿Me explicas qué ha pasado desde que nos conocimos?

10.02.2011

¿Qué fue lo que pasó?

Las estrellas empezaron a moverse del cielo. Aquel mundo, aquel templo, aquellos árboles, aquel Dios, todo dejó de brillar con luz propia. Las estrellas las encendí yo, el bosque estaba iluminado desde el suelo hasta las copas de los árboles. Las estrellas habían caído como piedras en la tierra. El cielo, negro, sombrío, se extendía cubriendo al mundo. 
Corriendo, me dirigía al puerto de aquel mundo. El pelo se me pegaba en la piel, estaba húmedo aún. La carrera que dí desde el corazón del bosque se hizo interminable, y apenas llegué al puerto me sentí cansada y asustada. ¿Qué pasó mientras me quedé dormida? No tenía pinta de que lo fuese a adivinar pronto. Tiré de mi cuerpo hacia el muelle, vi que mi barco estaba allí aún, blanco e intacto. Las olas hacían que bailase como si estuviera vivo. El faro se apagó. Hay veces en las que todo ocurre en décimas de segundo, sin tiempo para reaccionar simplemente actúas. Ésta fue una de ellas. Me tiré de cabeza al mar agitado, nadé hasta la parte de atrás, me impulsé y subí. Corriendo con los pantalones encharcados, llegué hasta la cabina del capitán. Puse rumbo a mi mundo, quería irme de allí.

Mientras navegaba hacia mi mundo, me volví a dormir. Estaba tiritando, congelada. El barco se movía, meciéndome. El agua susurraba palabras que no llegué a comprender, el cielo no tenía Luna, ni estrellas. Choqué con algo. Una ola lamió la proa como una lengua, escupiendo agua y sal a la cubierta. Una luz leve y fría pasó sobre mis párpados. Abrí los ojos, era mi faro. Al fin, mi barco era fiel a mí y mi mundo era mío, luego no hubo pérdida. Como siempre, fue fácil encontrarme a mí misma. Até el barco al muelle con un nudo cualquiera, me desnudé completamente y me presenté a las puertas de mi castillo. Las abrí épicamente, con los brazos fuertemente extendidos, entrando una débil luz por la puerta. En el suelo se proyectó larga mi sombra oscura.

No vino nadie a recibirme. Mi trono estaba vacío, la corona, mordida por las ratas. El polvo y las arañas habían hecho esculturas de suciedad en las esquinas del castillo. Quise creer que era un sueño, cerré los ojos y los abrí con miedo. Todo seguía igual. 

En una de las habitaciones de mi castillo, vivía antes mi ego. Había venido para pedirle consejo. Subí las ciento quince escaleras, pisando los escalones de tres en tres. Me coloqué delante de la habitación nº 0. La habitación más oscura de todo mi mundo. Y la más alta. Contuve el aliento, saqué pecho, mi corazón latía sin ritmo, como quería. Llamé dos veces a la puerta. Estaba cerrada, mi ego gimió y no me abrió. Pero no gemía de placer.
De una patada, derribé la puerta. Las astillas cayeron en un charco de sangre. Mi ego estaba atado con cadenas en la pared, sin ninguna ropa. Su piel era negra y sus ojos, negros. El pelo le caía sin gracia sobre el hombro izquierdo. Estaba respirando aire, espirando luz y polvo. Me asusté cuando vi que no era humo negro lo que respiraba ya. Me acerqué, le besé y respiré su aliento de luz. Él apoyó la cabeza sobre mi hombro, dejando la boca a la altura de mi oído. 
- Vuelve al Mundo de Ébano.