2.23.2012

Oscuro ritual (||)

La bruja se desplomó. El Mago hizo una cruz invertida en su frente. A él no le afectó el ácido.
- Soy el Mal, la oscuridad, el presagio de la noche, la guadaña de la luna. Bajo mis pies se inclinan los hechiceros, y yo ante vos me postro. -Dijo el Mago hacia la oscuridad tenebrosa de la cueva.

Los hechiceros comenzaron a cantar con unas voces tan sumamente lastimadas y doloridas que hasta las paredes de la cueva comenzaron a llorar sangre.

Immanitas improba.

Efferitas mala.

Immanitas sordida.



Demoniac tragedia.
Draculus vivit.
Peccator diabolus.
Tormenta immoratalis.


Un rugido tétrico desgarró los tímpanos de los hechiceros. Se escucharon rocas rompiéndose y resbalando de las paredes. Las pisadas del monstruo eran violentas y pesadas. Poco a poco se vio el brillo de los puntiagudos colmillos de la fiera. Se fue distinguiendo una lánguida sonrisa afilada. El monstruo se sacudió como un perro, y las carnes negras untadas de escamas de ónice se movieron delatando su gigante envergadura. Su morro se acercó a la bruja. Abrió las enormes fauces y la colocó cuidadosamente entre sus mandíbulas. Como un lagarto, ladeó la cabeza para ubicar la comida en el sitio correcto. Con la boca aún abierta, se vio a la bruja desnuda, que aún conservaba sus curvas de mujer. Un afilado colmillo de dragón se introdujo en el pezón de la mujer,  pero sólo lo hincaba por placer pues el movimiento era de suma delicadeza. Posteriormente, se rió irónicamente y la carne de la bruja rebotó entre sus dientes. Apretó la mandíbula y los chorros de sangre brillaron un instante en la oscuridad. Se escuchó el suspiro sordo de la muerte.


Oscuro ritual (|)

- Carne oscura, alma mala, dragón de sangre.-El mago dijo con solemne voz.

El mago estaba frente a una olla palpitante calentada sobre la azul chispa de un frío fuego en una profunda cueva. Las estalactitas y estalagmitas se unían formando gruesas columnas vítreas, que reflejaban el rostro pálido y serio de los hechiceros y brujas que acompañaban al mago. Éste, con un manto negro y una gran capucha que cubría hasta la mitad de la nariz, proclamaba los versos de un libro con las páginas gastadas. En la portada, había dibujado un círculo con una estrella invertida. Las pastas del libro eran azul muy oscuro, y el símbolo estaba bañado en oro.
- En vanidad me quiebro, el anhelo de gloria muerde el cuello.- Dijo uno de los hechiceros.
- Silencio, por favor.- Dijo una bruja con un cuerpo de Diosa.

El hechicero charlatán clavó sus ojos sin pupilas en los senos de la bruja, desnuda. Un deseo carnal se apoderó de él, pero ella debía mantenerse pura para el ritual. El mago extendió el brazo izquierdo y todos callaron. 
- Yo soy el Mal. - Susurró el Mago.

Empapó en el hirviente caldo oscuro el dedo índice y el corazón. Volvió a levantar la mano, enseñando el líquido viscoso con espíritu de vencedor. El espíritu de derrota se apoderó de los demás hombres y mujeres en la cueva. El Mago volvió a girarse, y estirando al máximo esos dos dedos, gritó.
- ¡¡Yo soy el Mal!!

Los hechiceros comenzaron a susurrar un diabólico ritual. La bruja de grandes atributos avanzó hacia el centro de la cueva. El Mago, le puso los dedos en el centro del pecho. 

Ella chilló y el eco hizo que las estalactitas temblasen. Luego el Mago continuó deslizando los dedos hasta el final del vientre. Las huellas de espeso ácido quemaban la piel de la bruja, atravesándola y corroyendo las entrañas.
Posteriormente, el Mago trazó una nueva línea horizontal debajo del ombligo. La cruz negra dejó inconsciente a la bruja.

2.22.2012

Tormento

Carne oscura... Anima mala... Miedo eterno.
Soy oscuridad, miedo, espanto, horror. El sol se torna negro en mi mirada, la belleza se pudre ante mis ojos y la oscuridad baila alrededor de mí. Escupo sangre, con un látigo en la mano y la piel sucia y castigada.
- ¡Gritad!
- ¡Rema, rema, rema, rema!
- Más fuerte, joder. - Bramé yo, ordenando a mis mugrientos esclavos ir hacia la isla.
- Rema, rema, rema. 

Los gritos al unísono eran un cántico que hundían mi cruel risa en la profundidad de las tinieblas. Las sirenas llamaban a mis hombres con sus dulces y venenosas voces, mis hombres gritaban cánticos de guerra. Y yo los castigaba.

- Rema, rema, rema. -Todos gritaban cantando muy fuerte, para tragarse también los puños del mar golpeando el barco de madera negra y verde oscura.

Las algas bailaban en el fondo del mar, enredándose en el timón y mareándolo. El mar tan bravo y violento me quería impedir seguir navegando. Las nubes se agolparon sobre mí, todas negras y densas como la roña de las cloacas. Comenzó a llover y yo reía, con los dientes negros y podridos, la mirada vacía, y gusanos en la calavera.
- Rema, rema, rema, rema.
- ¡Remad hijos de puta!

Las sirenas en las rocas afiladas envenenaban sus cánticos, y los deseos puntiagudos de muerte amenazaban la cubierta. Los remolinos se hacían fuertes, la lluvia mojó rápidamente el cielo entero. El barco no se destrozaba, en el ruido asustaba hasta a los ángeles. La batería creada por las voces, el coro de sopranos con cola de pez afilaba el cuchillo que se clavaba en el cuello de los tenores de mi tripulación. Las almas se fundían con la espuma revuelta del mar, los esqueletos eran rechazados por las pirañas.

2.12.2012

Castillo de Piedra (II)

En lugar del arco, había un bosque inmenso de helechos espesos y oscuros, árboles de troncos gruesos cubiertos de musgo, hojas húmedas entrelazadas... El cielo era en realidad un tapiz de hojas, y la tierra era un manto de líquenes y flores violetas. El ambiente era cálido y húmedo. Me gustaba. 
- En el corazón del bosque construímos un castillo feudal, con su cerco de agua oscura y sus cocodrilos.
- ¿Y con puente elevadizo?- Pregunté yo con ilusión.
- Pues sí, y de madera de roble.- Dijo alegre la sombra plateada, que creía haberme decepcionado con el bosque.

De repente, alguien se apoyó en mi hombro. Era él, que se había despertado. Le quise llevar al centro, a la ciudad. Los helechos nos hacían reverencias y se inclinaban a nuestro paso, sin embargo él no le prestó atención a ese detalle: odiaba las plantas. Enseguida me di cuenta de que los árboles se disponían a modo de laberinto y que pronto acabaríamos caminando en círculos. Sombra de Plata se perdió por el bosque y llegó a un panel de cuarzo negro. Con las llemas de los dedos, pronunció unas palabras. Los árboles abrieron un camino recto, los helechos se retiraron. Tierra húmeda y fértil delante nuestra, una carretera hacia el centro del bosque, hacia el castillo. Las violetas adornaban los bordes del sendero, salpicándolo de alegría y belleza. La grácil figura de Sombra de Plata se perdió entre la vegetación. 
Tardamos unas dos horas en llegar al comienzo de una calle de piedra. Una vez sobre ésta, los árboles volvieron su lugar y cerraron completamente el camino de vuelta. En esa carretera, había un caballo de color chocolate y crines de oro. La silla de montar era roja y negra. El Dios de Ébano me ayudó a subir, y luego él subió detrás. Así llegamos mucho más rápido al castillo...

Castillo de Piedra (I)

Salí del mundo de Ébano, pero no estaba sola. En mi barco, el viaje fue tranquilo. La noche era clara, las estrellas eran como granos de sal en un pañuelo azul marino. Las ondas del agua vibraban tranquilas alrededor de mi barco. En el mar, los reflejos de luz se hundían brillantes. 
El silencio nos envolvía como una capa de seda transparente, acariciándonos y protegiéndonos. Sólo se oían las olas lamer suavemente la madera de la pequeña nave.
Yo conocía el camino, me guiaba por las cicatrices negras del cielo. Él aceptó a venir conmigo, y no sé en que situación nos íbamos a encontrar mi mundo.
- No sé si el Mundo de Cemento y Diamantes negros va a seguir siendo el mismo. Por lo pronto, he perdido a mi ego y mis súbditos no me reclaman. El mundo puede estar hecho un completo desorden.
Temo su reacción, este pequeño Dios de Ébano vive en un mundo de luz y orden, en una armonía maravillosa. Yo, no he estado viviendo sino en el Caos y la desesperación.

Cuando llegamos al puerto, vi como la ciudad estaba intacta. Mientras yo había dirigido el timón, él había estado durmiendo.
- ¿Le gustará? 

Bajé muy sigilosamente del barco, la madera de los escalones no me delató. Quería que siguiese durmiendo, al menos hasta que yo viese en que estado se encontraba mi Mundo.
Una vez abajo, me recibió una pequeña sombra plateada. Tenía un cuerpo menudo y grácil, la cabeza rapada y los labios muy carnosos. Me miró con algo de arrogancia, aunque luego me obedeció sin rechistar.
- Hola, señorita. Debo advertirle que trae un intruso en su barco.- Me avisó de manera muy educada.
- Lo sé, es el Dios del mundo de Ébano. Se quedará como invitado hasta que decida marcharse.
- Oh, perdón.
- Oye, Sombra de Plata, ¿qué ha pasado con la majestuosa entrada del Puerto del Caos? Siempre hubo un gran arco gótico sobre una alfombra roja... 
- Se pudrió la alfombra, se derrumbó el castillo, a pesar de nuestros cuidados. Las raíces de un gran roble abrazaron la ciudad y se la llevaron bajo tierra. Las casas se fundieron con el núcleo del planeta. -La mirada de la sombra plateada estaba llena de brillo, no supe distinguir la emoción de la pena más amarga.

2.08.2012

Redacción.

Estoy bajo el cuello del jersey verde oscuro casi negro, no quiero escucharme, ni quiero verme, no quiero ayudarme. Sólo quiero que me abraces para que sólo te vea a tí, no, no quiero verme nunca más. Me doy demasiado asco, y cuando tú me abrazas yo te abrazo, y tengo delante de mí a lo más bonito del mundo. Pero cuando me sueltas y te vas, mi felicidad se va contigo. Hay veces que me da por odiar a la sociedad, a la gente, porque no les gusta como yo soy, me critican. Y otras veces yo soy esa sociedad y me critico. Tú eres quien frena esas críticas que todos- hasta yo- me hacen. 
También me suelo esconder en la sangre y la oscuridad como un bicho inmundo, el cual se vistió con cualquier piel. Me encierro entre las sombras de mi melancolía eterna, tocando sólo la inspiración para llorar tinta y difuminarla sobre el papel. Otras veces mi voz se traga las lágrimas que no caen, y como agujas arañan la garganta... Caen y se clavan en el corazón, y luego lo desintegran.

- ¿Es grave doctor? ¿Siempre voy a tener esta lucha interior?
- Tú eres la primera que sabe como solucionarlo, pero eres una asquerosa impaciente que sólo sirve ahora como saco de boxeo para las crueles palabras de las personas. 
- Querría matarlos a todos. Querría matarlas a todas. Y luego suicidarme yo... 

Tantas veces que pienso cómo podría matar a todas las personas... ¡Hasta con un hilo! Y todas las veces que he querido morir yo, hundiendo primero un cuchillo en el corazón y luego cayendo por un barranco... O sólo ahorcándome entre las ramas de un roble, alimentando a los cuervos.

Pero no, no quiero morir, mientras mis dedos físicamente están firmes, mi alma tiembla dentro de mis manos cuando te acaricio el rostro y la felicidad vuelve a mí. Sólo quiero pensar en tí, porque cuando pienso en mí acabo muriendo imaginariamente.